Meditación de las
Letanías del Sagrado Corazón
por San Juan Pablo II
1.
- Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen
María, ten piedad de nosotros.
27 de junio, 1982
1. Así rezamos en las
letanías al Sacratísimo Corazón. Esta invocación se refiere directamente al
misterio que meditamos, al rezar el Angelus Domini: por obra del Espíritu Santo
fue formada en el seno de la Virgen de Nazaret la Humanidad de Cristo, Hijo del
Eterno Padre.
¡Por obra del Espíritu
Santo fue formado en esta Humanidad el Corazón! El Corazón, que es el órgano
central del organismo humano de Cristo y, a la vez, el verdadero símbolo de su
vida interior: del pensamiento, de la voluntad, de los sentimientos. Mediante
este Corazón la Humanidad de Cristo es, de modo particular, "el templo de
Dios" y, al mismo tiempo, mediante este Corazón, está incesantemente
abierta al hombre y a todo lo que es "humano". "Corazón de Jesús
de cuya plenitud todos hemos recibido".
2. El mes de junio está
dedicado, de modo especial, a la veneración del Corazón divino. No sólo un día,
la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en junio, sino todos los días. Con
esto se vincula la devota práctica de rezar o cantar cotidianamente las
letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús.
Las letanías del Corazón
de Jesús se inspiran abundantemente en las fuentes bíblicas y, al mismo tiempo,
reflejan las experiencias más profundas de los corazones humanos. Son, a la
vez, oración de veneración y de diálogo auténtico. Hablamos en ellas del
corazón y, al mismo tiempo, dejamos a los corazones hablar con este único
Corazón, que es "fuente de vida y de santidad" y "deseo de los
collados eternos". Del Corazón que es "paciente y lleno de misericordia"
y "generoso para todos los que le invocan".
Esta oración, rezada y
meditada, se convierte en una verdadera escuela del hombre interior: la escuela
del cristiano.
La solemnidad del
Sacratísimo Corazón de Jesús nos recuerda, sobre todo, los momentos en que este
Corazón fue "traspasado por la lanza" y, mediante esto, abierto de
manera "Visible" al hombre y al mundo.
Al rezar las letanías - y
en general al venerar al Corazón Divino - conocemos el misterio de la redención
en toda su divina y, a la vez, humana profundidad. Simultáneamente, nos hacemos
sensibles a la necesidad de reparación. Cristo nos abre su Corazón para que nos
unamos con El en su reparación por la salvación del mundo. Hablar del Corazón
Traspasado es decir toda la verdad de su Evangelio y de la Pascua.
Tratemos de captar cada
vez mejor este lenguaje. Aprendámoslo.
2
-Corazón de Jesús: Hijo del Eterno Padre
2 de junio, 1985
Hoy, primer domingo del
mes de junio, la Iglesia encuentra en el Corazón de Cristo el acceso al Dios
que es la Santísima Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Este único
Dios - Uno y Trino a la vez - es un misterio inefable de la fe. Verdaderamente
él "habita en una luz inaccesible" (1 Tm 6,16).
Y, al mismo tiempo, el
Dios infinito ha permitido que le abrace el Corazón de un Hombre cuyo nombre es
Jesús de Nazaret, Jesucristo. Y a través del Corazón del Hijo, Dios Padre se
acerca también a nuestros corazones y viene a ellos. Y así cada uno de nosotros
es bautizado "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".
Cada uno de nosotros está inmerso, desde el principio, en el Dios Uno y Trino,
en el Dios vivo, en el Dios vivificante. A este Dios lo confesamos como
Espíritu Santo que, procediendo del Padre y del Hijo, "da la vida".
2. El Corazón de Jesús fue
"formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre". El
Dios que "da la vida" y "se entrega al hombre" comenzó la
obra de su economía salvífica haciéndose hombre. Justamente en la concepción
virginal y en su nacimiento de María, comienza su corazón humano "formado
por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre". A este Corazón
queremos venerar durante el mes de junio.
A este Corazón hoy mismo
queremos hacerle singular fiduciario de nuestros pobres corazones humanos, de
los corazones probados de diversas maneras, oprimidos de diversos modos. Y
también de los corazones confiados en la potencia del mismo Dios y en la
potencia salvífica de la Santísima Trinidad.
3. María, Madre Virgen,
que conoces mejor que nosotros el Corazón Divino de tu Hijo, únete a nosotros
hoy en esta adoración a la Santísima Trinidad e igualmente en la humilde
oración por la Iglesia y el mundo. Tu sola eres la guía de nuestra plegaria.
3
-Corazón de Jesús formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre
2 de julio, 1989
1. El 2 de junio pasado,
hace exactamente un mes, celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Quiero reanudar junto con vosotros la meditación sobre las riquezas de este
Corazón Divino, continuando la reflexión ya iniciada hace tiempo acerca de las
letanías dedicadas a El.
Una de las invocaciones
más profundas de tales letanías dice así: "Corazón de Jesús, formado por el
Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre, ten misericordia de
nosotros." Encontramos aquí el eco de un articulo central del Credo, en el
que profesamos nuestra fe en "Jesucristo, Hijo único de Dios", que
"bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la
Virgen, y se hizo hombre." La santa humanidad de Cristo es, por
consiguiente, obra del Espíritu divino y de la Virgen de Nazaret.
2. Es obra del Espíritu.
Esto afirma explícitamente el Evangelista Mateo refiriendo las palabras del
Ángel a José: "Lo engendrado en Ella (María) es del Espíritu Santo"
(Mt1,20); y lo afirma también el Evangelista Lucas, recordando las palabras de
Gabriel a María: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35).
El Espíritu ha plasmado la
santa humanidad de Cristo: su cuerpo y su alma, con toda la inteligencia, la
voluntad, la capacidad de amar. En una palabra, ha plasmado su corazón. La vida
de Cristo ha sido puesta enteramente bajo el signo del Espíritu. Del Espíritu
le viene la sabiduría que llena de estupor a los doctores de la ley y a sus
conciudadanos, el amor que acoge y perdona a los pecadores, la misericordia que
se inclina hacia la miseria del hombre, la ternura que bendice y abraza a los
niños, la comprensión que alivia el dolor de los afligidos. Es el Espíritu
quien dirige los pasos de Jesús, lo sostiene en las pruebas, sobre todo lo guía
en su camino hacia Jerusalén, donde ofrecerá el sacrificio de la Nueva Alianza,
gracias al cual se encenderá el fuego que El trajo a la tierra (Lc 12,49).
3. Por otra parte, la
humanidad de Cristo es también obra de la Virgen. El Espíritu plasmó el Corazón
de Cristo en el seno de María, que colaboró activamente con El como madre y
como educadora.
...como Madre, Ella se
adhirió consciente y libremente al proyecto salvífico de Dios Padre, siguiendo
en un silencio lleno de adoración, el misterio de la vida que en Ella había
brotado y se desarrollaba;
...como educadora, Ella
plasmó el Corazón de su propio Hijo, introduciéndolo, junto con San José, en
las tradiciones del pueblo elegido, inspirándole el amor a la ley del Señor,
comunicándole la espiritualidad de los "pobres del Señor." Ella lo
ayudó a desarrollar su inteligencia y seguramente ejerció influjo en la
formación de su temperamento. Aun sabiendo que su Niño la trascendía por ser
"Hijo del Altísimo" (cf. Lc 1,32), no por ello la Virgen fue menos
solicita de su educación humana (cf. Lc. 2,51).
Por tanto podemos afirmar
con verdad: en el Corazón de Cristo brilla la obra admirable del Espíritu
Santo: en El se hallan también los reflejos del corazón de la Madre. Tanto el
corazón de cada cristiano como el Corazón de Cristo: dócil a la acción del Espíritu,
dócil a la voz de la Madre.
4
-Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios
9 de julio, 1989
"Corazón de Jesús,
unido sustancialmente al Verbo de Dios, ten piedad de nosotros".
1. La expresión
"Corazón de Jesús" nos hace pensar inmediatamente en la humanidad de
Cristo, y subraya su riqueza de sentimientos, su compasión hacia los enfermos,
su predilección por los pobres, su misericordia hacia los pecadores, su ternura
hacia los niños, su fortaleza en la denuncia de la hipocresía, del orgullo y de
la violencia, su mansedumbre frente a sus adversarios, su celo por la gloria
del Padre y su júbilo por sus misteriosos y providentes planes de gracia.
Con relación a los hechos
de la pasión, la expresión Corazón de Jesús" nos hace pensar también en la
tristeza de Cristo por la traición de Judas, el desconsuelo por la soledad, la
angustia ante la muerte, el abandono filial y obediente en las manos del Padre.
Y nos habla sobre todo del amor que brota sin cesar de su interior: amor
infinito hacia el Padre y amor sin límites hacia el hombre.
2. Ahora bien, este
Corazón humanamente tan rico, "está unido - como nos recuerda la
invocación -, a la Persona del Verbo de Dios". Jesús es el Verbo de Dios
Encarnado: en El hay una sola Persona, la eterna del Verbo, subsistente en dos
naturalezas, la divina y la humana. Jesús es uno, en la realidad, la angustia
ante la muerte, al mismo tiempo perfecto en su divinidad y perfecto en nuestra
humanidad: es igual al Padre por lo que se refiere a la naturaleza divina, e
igual a nosotros por lo que se refiere a su naturaleza humana: verdadero Hijo
de Dios y verdadero Hijo del hombre. El Corazón de Jesús, por tanto, desde el
momento de la Encarnación, ha estado y estará siempre unido a la Persona del
Verbo de Dios.
Por la unión del Corazón
de Jesús a la Persona del Verbo de Dios podemos decir: en Jesús Dios ama
humanamente, sufre humanamente, goza humanamente. Y vise versa: en Jesús el
amor humano, el sufrimiento humano, la gloria humana adquieren intensidad y
poder divinos.
3. Queridos hermanos y
hermanas: Reunidos para la oración del Ángelus, contemplemos con María el
Corazón de Cristo. La Virgen vivió en la fe, día tras día, junto a su Hijo
Jesús: sabía que la carne de su Hijo había florecido de su carne virginal, pero
intuía que El, por ser "Hijo del Altísimo" (Lc 1,32), la trascendía
infinitamente: el Corazón de su Hijo estaba "unido a la Persona del
Verbo".
Por esto, Ella lo amaba
como Hijo suya y al, mismo tiempo lo adoraba como a su Señor y su Dios. Que
Ella nos conceda también a nosotros amar y adorar a Cristo, Dios y Hombre,
sobre todas las cosas, "con todo el corazón, con toda el alma y con toda
la mente" (cf. Mt 22,37). De esta manera, siguiendo su ejemplo, seremos
objeto de las predilecciones divinas y humanas del Corazón de su Hijo.
5
-Corazón de Jesús, de Majestad Infinita
16 de junio, 1985
1. Por medio del Corazón
Inmaculado de María queremos dirigirnos al Corazón Divino de su Hijo, al
Corazón de Jesús, de Majestad infinita.
Mirad: la infinita
Majestad de Dios se oculta en el Corazón humano del Hijo de María. Este Corazón
es nuestra Alianza. Este Corazón es la máxima cercanía de Dios con relación a
los corazones humanos y a la historia humana. Este Corazón es la maravillosa
"condescendencia" de Dios: el Corazón humano que late con la vida
divina: la vida divina que late en el corazón humano.
2. En la Santísima
Eucaristía descubrimos con el "sentido de la fe" el mismo Corazón,
-el Corazón de Majestad infinita- que continúa latiendo con el amor humano de
Cristo, Dios-Hombre.
¡Cuán profundamente sintió
este amor el Santo Papa Pío X! Cuánto deseó que todos los cristianos, desde los
años de la infancia, se acercasen a la Eucaristía, recibiendo la santa
comunión: para que se unieran a este Corazón que es, al mismo tiempo, para cada
uno de los hombres "Casa de Dios y Puerta del Cielo".
"Casa" ya que,
mediante la comunión Eucarística el Corazón de Jesús extiende su morada a cada
uno de los corazones humanos.
"Puerta" porque
en cada uno de estos corazones humanos, El abre la perspectiva de la eterna
unión con la Santísima Trinidad.
3. ¡Madre de Dios!
Mientras meditamos el misterio de tu Anunciación, nos acercamos a este Corazón
Divino, el Corazón de Majestad infinita, Casa de Dios y Puerta del cielo; a
este Corazón que, desde el momento de la Anunciación del Ángel, comenzó a latir
junto a tu Corazón virginal y materno.
6
-Corazón de Jesús, Templo Santo de Dios
9 de junio, 1985
1. A la hora de la común
oración del Ángelus, nos dirigimos, juntamente con María - por medio de su
Corazón Inmaculado - al Corazón Divino de su Hijo.
¡Corazón de Jesús - Templo
santo de Dios!
¡Corazón de Jesús -
Tabernáculo del Altísimo!
Corazón de un Hombre
semejante a tantos otros corazones humanos y, a la vez, Corazón de Dios-Hijo.
Por tanto, sí es verdad que cada uno de los hombres 'habita"- de algún
modo, en su corazón, entonces, en el Corazón del Hombre de Nazaret, de
Jesucristo, habita Dios. Es "templo de Dios" por ser Corazón de este
hombre.
2. Dios-Hijo está unido
con el Padre, como Verbo Eterno. "Dios de Dios, Luz de Luz... engendrado
no creado". El Hijo está unido con el Padre en el Espíritu Santo, que es
el "soplo" del Padre y del Hijo y es, en la Divina Trinidad, la
Persona-Amor. El Corazón del Hombre Jesucristo es, pues, en el sentido
trinitario, "Templo de Dios": es el templo interior del Hijo que está
unido con el Padre en el Espíritu Santo mediante la unidad de la Divinidad.
¡Qué inescrutable permanece el misterio de este Corazón, que es "Templo de
Dios" y "Tabernáculo del Altísimo".
3. Al mismo tiempo, es la
verdadera "morada de Dios con los hombres" (Ap 21,3), porque el
Corazón de Jesús, en su templo interior abrazo a todos los hombres. Todos
habitan allí, abrazados por el eterno amor. A todos pueden dirigirse - en el
Corazón de Jesús - las palabras del Profeta:
"Con amor eterno te
amé, por eso prolongué mi misericordia" (Jer 31,3).
4. Que esta fuerza del
eterno amor que está en el Corazón Divino de Jesús, se comunique hoy de modo
particular a los jóvenes que reciben la confirmación. En ellos debe habitar de
modo particular el Espíritu Santo. Que se conviertan, pues, también sus
corazones a semejanza de Cristo - en "templo santo de Dios" y
"tabernáculo del Altísimo". Con frecuencia he oído cantar a los
jóvenes: "¿Vosotros sabéis que sois un templo?" Sí, somos templo de
Dios y el Espíritu Santo habita en nosotros, según las palabras de San Pablo
(cf. 1 Cor 3,16).
5. Por medio del Corazón
Inmaculado de María permanezcamos en la Alianza con el Corazón de Jesús que es
"Templo de Dios" el más espléndido "Tabernáculo del
Altísimo", el más perfecto.
7
-Corazón de Jesús, Hoguera Ardiente de Caridad
23 de junio, 1985
1. "Corazón de Jesús
- horno ardiente de caridad."
Durante la oración del Ángelus
deseamos dirigir, juntamente con la Madre de Dios, nuestros corazones hacia el
Corazón de su Hijo Divino. Nos hablan profundamente las invocaciones de estas
espléndidas letanías, que rezamos o cantamos sobre todo en el mes de junio. Que
la Madre nos ayude a entender mejor los misterios del Corazón de su Hijo.
2. "Horno de
caridad" El horno arde. Al arder, quema todo lo material, sea leña u otra
sustancia fácilmente combustible. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de
Jesús, quema con el amor que lo colma. Y este es el amor al Eterno Padre y el
amor a los hombres; a las hijas y los hijos adoptivos. El horno, quemando, poco
a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En
esto se parece a la "zarza ardiente" del libro del Éxodo, en la que
Dios se reveló a Moisés. Era una zarza que ardía con el fuego, pero... no se
"consumía" (Ex 3,2).
Efectivamente, el amor que
arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que
Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón humano
del Dios-Hombre, está abrazado por la "llama viva" del Amor
Trinitario, que jamás se extingue.
3. Corazón de Jesús-horno,
ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche
y calienta los cuerpos de los viandantes ateridos. Hoy queremos rogar a la
Madre del Verbo Eterno, para que en el horizonte de la vida de cada uno de
nosotros no cese nunca de arder el Corazón de Jesús, "horno ardiente de
caridad." Para que El nos revele el Amor que no se extingue ni se
deteriora jamás, el Amor que es eterno. Para que ilumine las tinieblas de la
noche terrena y caliente los corazones.
4. ¡Cuánto se alegra la
Iglesia por el hecho de que en este Corazón Divino se enciendan de amor los corazones
humanos! Cuánto se alegra hoy porque en este amor, se encendió el corazón del
Padre Benito Menni, sacerdote de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y
fundador de la congregación de las Religiosas Hospitalarias del Sacratísimo
Corazón de Jesús. También se encendió el corazón de fray Pedro Friedhofen,
laico, fundador de los Hermanos de la Misericordia de María Auxiliadora.
5. Dándole las gracias por
el único amor capaz de transformar el mundo y la vida humana, nos dirigimos con
la Virgen Inmaculada, en el momento de la Anunciación, al Corazón Divino que no
cesa de ser "horno ardiente de caridad". Ardiente: como la
"zarza" que Moisés vio al pie del monte Horeb. cf. n. 10 (21 de
Julio, 1985)
8
- Corazón de Jesús, asilo de Justicia y de Amor
30 de junio, 1985
1. "Corazón de Jesús,
santuario de justicia y caridad."
Del centro de nuestra
asamblea, reunida en el día conclusivo del Congreso Eucarístico en Teramo se
eleva - como siempre a esta hora - la plegaria del Ángelus. Meditemos junto con
la Virgen de Nazaret en el momento de la Anunciación. Meditemos en el misterio
de la Encarnación: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"
(Jn 1,14): en efecto, vino a habitar en el seno de María, en su Corazón.
2. Entre el Corazón de la
Madre y el Corazón del Niño -de su Hijo- se estrecha desde el principio un vínculo:
¡una espléndida unión de corazones! El Corazón de María es el primero que habló
al Corazón de Jesús. El primero, se puede decir, que recitó las letanías a este
Corazón. Todos nosotros nos unimos a Ella.
3. Corazón de Jesús,
Santuario de Justicia: En Ti el Eterno Padre ha ofrecido a la humanidad la
justicia que hay en la Santísima Trinidad, en Dios mismo. La justicia que es de
Dios, constituye el fundamento definitivo de nuestra justificación. Esta
justicia viene a nosotros mediante el amor. Cristo nos ha amado y se ha dado a
si mismo por nosotros (cf. Ga 2,20). ¡Y precisamente con este darse mediante el
amor más potente que la muerte, nos ha justificado! "El fue resucitado
para nuestra justificación" (Rm 4, 25).
4. A la hora del Ángelus,
el Congreso Eucarístico de Teramo ora profesando junto con la Madre de Dios los
misterios del Sacratísimo Corazón de Jesús. Estos -misterios expresados de modo
tan espléndido en las invocaciones de las letanías, nos guíen, por los caminos
de la vida terrena, a la patria eterna del Corazón divino, cuando Dios enjugue
toda lágrima de los ojos humanos- (cf. Ap 7,17; 21,4), cuando El mismo esté
"en todas las cosas" (1 Co 15,28).
9
-Corazón de Jesús, "Santuario de Justicia y Amor.
14 de julio, 1985
1. La oración del Ángelus
nos recuerda cada vez ese momento salvífico en el que, bajo el Corazón de la
Virgen de Nazaret, comenzó a latir el Corazón del Verbo, del Hijo de Dios. En
su seno se hizo hombre, por obra del Espíritu Santo. En el seno de María fue
concebido el hombre, y fue concebido el Corazón.
2. Este Corazón es - como
todo corazón humano - un centro, un santuario en el que palpita con un ritmo
especial la vida espiritual. Corazón, resonancia insustituible, de todo lo que
experimenta el espíritu del hombre. Todo corazón humano está llamado a palpitar
con el ritmo de la justicia y del amor. Por esto se mide la verdadera dignidad
del hombre.
3. ¡El Corazón de Jesús
palpita con el ritmo de la justicia y del amor según la misma medida divina!
Este es precisamente el Corazón del Dios-Hombre. En Él se debe cumplir hasta el
final toda justicia de Dios hacia el hombre, y también, en cierto sentido, la
justicia del hombre hacia Dios. En el corazón humano del Hijo de Dios se ofrece
a la humanidad la justicia de Dios mismo. Esta justicia es al mismo tiempo el
don del Amor. Por medio del Corazón de Jesús, el amor entra en la historia de
la humanidad como Amor subsistente: "porque tanto amó Dios al mundo, que
le dio su unigénito Hijo" (Jn 3,16).
4. Deseamos mirar con los
ojos de la Virgen Inmaculada la luz de aquel admirable misterio: ¡La justicia
que se revela como Amor! ¡Amor que llena hasta el borde todo medida de la
justicia! ¡Y la sobrepasa! Oremos , a fin de que mediante el Corazón de la
Madre de Dios, el Corazón de Jesús, como "santuario de justicia y
amor" se convierta para nosotros en "camino, verdad y vida".
10
-Corazón de Jesús, lleno de Bondad y de Amor
21 de julio, 1985
1. Corazón de Jesús,
"lleno de bondad y de amor".
Deseamos, en nuestra
plegaria del Ángelus Domini, dirigirnos al Corazón de Cristo, siguiendo las
palabras de las letanías. Deseamos hablar al Corazón del Hijo mediante el
Corazón de la Madre. ¿Qué puede haber más bello que el coloquio de estos dos
corazones? Queremos participar en él.
2. El Corazón de Jesús es
"horno ardiente de caridad", porque el amor posee algo de la
naturaleza del fuego, que arde y quema para iluminar y calentar. Al mismo
tiempo, en el sacrificio del Calvario el corazón del Redentor no fue aniquilado
con el fuego del sufrimiento. Aunque humanamente muerto, como constató el
centurión Romano cuando traspaso el costado de Cristo con la lanza, en la
economía divina de la salvación este Corazón quedó vivo, como manifestó la
Resurrección.
3. He aquí que el Corazón
vivo del Redentor resucitado y glorificado, lleno de bondad y de amor":
infinita y sobreabundantemente lleno. El rebosar del corazón humano alcanza en
Cristo la medida divina. Así fue este Corazón ya durante los días de la vida
terrena. Lo testimonia cuanto está narrado en el Evangelio. La plenitud del
amor se manifiesta a través de la bondad: a través de la bondad irradiaba y se
difundía sobre todos, en primer lugar sobre los que sufren y los pobres. Sobre
todos según sus necesidades y expectativas más verdaderas. Así es el Corazón
humano del Hijo de Dios, incluso después de la experiencia de la cruz y del
sacrificio. Mejor dicho, todavía más: rebosante de amor y de bondad.
4. En el momento de la
Anunciación comenzó el coloquio del Corazón de la Madre con el Corazón del
Hijo. Nos unimos hoy a este coloquio, meditando el misterio de la Encarnación
en la plegaria del Angelus Domini.
11
-Corazón de Jesús, Abismo de todas las Virtudes
28 de julio, 1985
1. "Corazón de Jesús,
abismo de todas las virtudes". Bajo el Corazón de la Madre fue concebido
el Hombre. El Hijo de Dios fue concebido como Hombre. Para venerar el momento
de esta concepción, es decir, el misterio de la Encarnación, nos unimos en la
plegaria del Ángelus Domini. Bajo la luz del momento de la concepción, bajo la
luz del misterio de la Encarnación miramos toda la vida de Jesús, nacido de
María. Siguiendo las invocaciones de las Letanías, tratamos de describir en
cierto sentido esta vida desde el interior: a través del Corazón.
2. El corazón decide de la
profundidad del hombre. Y, en todo caso, indica la medida de esa profundidad,
tanto en la experiencia interior de cada uno de nosotros, como en la
comunicación interhumana. La profundidad de Jesucristo, indicada con la medida
de su Corazón, es incomparable. Supera la profundidad de cualquier otro hombre,
porque no es solamente humana, sino al mismo tiempo divina.
3. Esta divina-humana
profundidad del Corazón de Jesús es la profundidad de las virtudes: de todas
las virtudes. Como un verdadero hombre Jesús expresa el lenguaje interior de su
Corazón mediante las virtudes. En efecto, analizando su conducta se pueden
descubrir e identificar todas estas virtudes, como históricamente emergen del
conocimiento de la moral humana: las virtudes cardinales (prudencia, justicia,
fortaleza y templanza) y las otras que derivan de ellas. (Estas virtudes las
han poseído en grado elevado los santos y, si bien siempre con la gracia
divina, los grandes genios del ethos humano).
4. La invocación de las
Letanías habla de forma muy bella de un "abismo" de las virtudes de
Jesús. Este abismo, esta profundidad, significa un grado especial de la
perfección de cada una de las virtudes y su poder particular. Esta profundidad
y poder de cada una de las virtudes proviene del amor. Cuanto más enraizadas
están en el amor todas las virtudes, tanto mayor es su profundidad. Hay que
añadir que, además del amor, también la humildad decide la profundidad de las
virtudes, Jesús dijo: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón" (Mt 11,29).
5. Al recitar el Ángelus
Domini, recemos a María para que nos acerque cada vez más al Corazón de su
Hijo; para que nos ayude a aprender de El, sus propias virtudes.
12
-Corazón de Jesús, Dignísimo de toda Alabanza
4 de agosto, 1985
1. Queridos hermanos y
hermanas: Nos encontramos reunidos para venerar el momento único en la historia
del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de
Nazaret. Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del
"Angelus Domini": "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo,
a quien podrás por nombre Jesús. El será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc
1,31-32). María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Y
desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre:
¡"Corazón de Jesús dignísimo de toda alabanza".
2. Nos unimos con la Madre
de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la
unión hipostática (unión de las dos naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón
de Dios. Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús,
desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen. Junto con
María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando
vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración,
junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en
Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio
mesiánico en Israel. Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento,
de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más
ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús..
dignísimo de toda alabanza". Sí, ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente
este oprobio y humillación! En efecto, es entonces que el Redentor alcanza el
culmen del amor de Dios. ¡Y el Amor es digno de toda alabanza! Nosotros
"no nos gloriaremos a no ser en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo"
(cf. Ga 6,14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es
amor" (1 Jn 4,8).
3. Jesucristo está en la
gloria de Dios Padre. De esta gloria rodeó el Padre, en el Espíritu Santo, el
Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos, la asunción
al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para
confesar: "Corazón Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de
nosotros".
13
-Corazón de Jesús Rey y Centro de todos los corazones
25 de agosto, 1985
"Corazón de Jesús,
Rey y centro de todos los corazones".
1. Jesucristo es rey de
los corazones. Sabemos que durante su actividad mesiánica en Palestina el
pueblo, al ver los signos que hacia, quiso proclamarlo rey. Veía en Cristo un
justo heredero de David, que durante su reino llevó a Israel al culmen del
esplendor.
2. Sabemos también que
ante el tribunal de Pilato Jesús de Nazaret a la pregunta: ¿Tú eres rey...? respondió:
“Mi reino no es de este mundo... Yo para esto he nacido y para esto he venido
al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha
mi voz"(Jn 18,33. 36-37).
3. En este mundo Cristo es
rey de los corazones. Nunca quiso ser soberano temporal, ni siquiera sobre el
trono de David. Sólo deseó ese reino que no es de este mundo y que, al mismo
tiempo, en este mundo se arraiga por medio de la verdad en los corazones
humanos: en el hombre interior. Por este reino anunció el Evangelio e hizo
grandes signos. Por este reino, el reino de los hijos y de las hijas adoptivas
de Dios, dio su vida en la cruz.
4. Y confirmó de nuevo
este reino con su resurrección, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles y a los
hombres en la Iglesia. De este modo Jesucristo es el rey y centro de todos los
corazones. Reunidos en El por medio de la verdad, nos acercamos a la unión del
reino, donde Dios "enjugará toda lágrima" (Ap 7,17), porque será
"todo en todos" (1 Co 15,28).
5. Hoy, reunidos para la
acostumbrada plegaria dominical del Ángelus Domini, elevamos - juntamente con
la Madre de Dios - al Corazón de su Hijo la invocación: "Corazón de Jesús,
rey y centro de todos los corazones, ten piedad de mí". Que el Corazón
Inmaculado de María guíe nuestra oración, al cual hoy es de acción de gracias
al Señor por el reciente viaje apostólica África. Doy las gracias cordialmente,
por la acogida que me han dispensado, a los Presidentes de los distintos
países, a los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y a las buenas
poblaciones africanas. Vayan a todos la expresión de mi viva gratitud.
14
-Corazón de Jesús en quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia
1 de septiembre, 1985
1. "Corazón de Jesús,
en el que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia". Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón, tomada de
la Carta a los Colosenses (2,3), nos hace comprender la necesidad de ir al
Corazón de Cristo para entrar en la plenitud de Dios.
2. La ciencia, de la que
se habla, no es la ciencia que hincha (1 Co 8,2), fundada en el poder humano.
Es sabiduría divina, un misterio escondido durante siglos en la mente de Dios,
Creador del universo (Ef 3,9). Es una ciencia nueva, escondida a los sabios y a
los entendidos del mundo, pero revelada a los pequeños (Mt 11,25), ricos en
humildad, sencillez, pureza de corazón. Esta ciencia y esta sabiduría consisten
en conocer el misterio de Dios invisible, que llama a los hombres a ser
partícipes de su divina naturaleza y los admite a la comunión con El.
3. Nosotros sabemos estas
cosas porque Dios mismo se ha dignado revelárnoslas por medio del Hijo, que es
sabiduría de Dios (1 Co 1,24). Todas las cosas que hay en la tierra y en los
cielos, han sido creadas por medio de El y para El (Col 1,16). La sabiduría de
Cristo es más grande que la de Salomón (Lc 11,31). Sus riquezas son
inescrutables (Ef 3,8). Su amor sobrepasa todo conocimiento. Pero con la fe
somos capaces de comprender, juntamente con todos los santos, su anchura, su
largura, altitud y profundidad (Ef 3, 18). Al conocer a Jesús, conocemos
también a Dios. El que le ve a El, ve al Padre (Jn 14,9). Con El apareció el
amor de Dios en nuestros corazones (Rm 5,5).
4. La ciencia humana es
como el agua de nuestras fuentes: quien la bebe, vuelve a tener sed. La
sabiduría y la ciencia de Jesús, en cambio, abren los ojos de la mente, mueven
el corazón en la profundidad del ser y engendran al hombre en el amor
trascendente; liberan de las tinieblas del error, de las manchas del pecado,
del peligro de la muerte, y conducen a la plenitud de la comunión de esos
bienes divinos, que trascienden la comprensión de la mente humana (Dei
Verbum,6).
5. Con la sabiduría y la
ciencia de Jesús, nos arraigamos, y fundamentarnos en la caridad (Ef 3,17). Se
crea el hombre nuevo, interior, que pone a Dios en el centro de su vida y a sí
mismo al servicio de los hermanos. Es el grado de perfección que alcanza María,
Madre de Jesús y Madre nuestra: ejemplo único de criatura nueva, enriquecida
con la plenitud de gracia y dispuesta a cumplir la voluntad de Dios"
"He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Y por
esto, nosotros la invocamos como "Trono de la Sabiduría". Al rezar el
Ángelus, pidámosle que nos haga como Ella y como su Hijo.
15
-Corazón de Jesús en quien habita toda la plenitud de la Divinidad
15 de septiembre, 1985
1. Corazón de Jesús en el
que habita toda la plenitud de la divinidad" Desde el mes de junio,
durante los domingos del verano, nuestra oración del "Ángelus" saca
temas de reflexión de las letanías del Sagrado Corazón de Jesús. Nos detenemos
sobre cada una de las invocaciones y meditamos la gran riqueza de contenido que
en ellas se encierro. Es una fuente de inspiración para nuestra vida interior:
para nuestra relación con el misterio de Jesucristo.
2. Ayer, mediante la
solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, la Iglesia entera se abrió una
vez más hacia este Corazón en el que "habita toda la plenitud de la
divinidad". El misterio de Cristo: Dios-Hombre, tiene una elocuencia
particular cuando miramos a la Cruz: ¡He aquí el hombre! ¡He aquí el
Crucificado! ¡He aquí-al Hombre totalmente despojado! ¡He aquí al Hombre
"destrozado a causa de nuestros pecados"! ¡He aquí al Hombre "cubierto
de aprobios"! Y, al mismo tiempo: ¡he aquí al Hombre-Dios! En El habita
toda la plenitud de la divinidad. ¡De la misma naturaleza que el Padre! Dios de
Dios. Luz de luz. Engendrado, no creado. El Verbo Eterno. Uno en la divinidad
con el Padre y con el Espíritu Santo.
3. Cuando el centurión, en
el Gólgota, traspasó con una lanza el Crucificado, de su costado salió sangre y
agua. Este es el signo de la muerte. El signo de la muerte humana del Dios
Inmortal. Al pie de la Cruz se encuentra la Madre. La Madre Dolorosa. La
recordamos al día siguiente de la Exaltación de la Cruz. Cuando el costado de
Cristo fue traspasado por la lanza del centurión se cumplió en Ella la profecía
de Simeón: "Y a ti una espada te traspasará el alma" (Lc 2,25). Las
palabras del profeta son un anuncio de la definitiva alianza de los Corazones:
del Hijo y de la Madre; de la Madre y del Hijo. "Corazón de Jesús, en el
que habita toda la plenitud de la divinidad Corazón de María - Corazón de la
Virgen Dolorosa - Corazón de la Madre de Dios. ¡Que nuestra oración a la hora
del "Ángelus Domini" es una hoy a esa admirable alianza de los
Corazones!
15 de junio, 1986.
4. Proclamemos en el mes
de junio las palabras de las letanías: Corazón de Jesús, en quien habita toda
la plenitud de la divinidad... Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos
recibido ... Nos unimos en esta oración con María, que conoce mejor que nadie
esta "plenitud" y sabe tomar de ella más plenamente.
16
-Corazón de Jesús en quien el Padre halló sus complacencias
22 de junio, 1986
1. Corazón de Jesús, en
quien el Padre halló sus complacencias. Rezando así, particularmente ahora, en
el mes de junio, meditamos en aquella complacencia eterna que el Padre tiene en
el Hijo: Dios en Dios, Luz en Luz. Esa complacencia significa también Amor:
este Amor al que todo lo que existe le debe su vida: sin El, sin Amor, y sin el
Verbo-Hijo, "no se hizo nada de cuanto se ha hecho" (Jn 1,3). Esta
complacencia del Padre encontró su manifestación en la obra de la creación en
particular en la del hombre, cuando Dios "vio lo que había hecho y he aquí
que era bueno... era muy bueno" (Gn 1,31). ¿No es, pues, el Corazón de
Jesús ese "punto" en el que también el hombre puede volver a
encontrar plena confianza en todo lo creado? Ve los valores, ve el orden y la
belleza del mundo. Ve el sentido de la vida.
2. Corazón de Jesús, en
quien el Padre halló sus complacencias. Nos dirigimos a la orilla del Jordán.
Nos dirigimos al monte Tabor. En ambos acontecimientos descritos por los evangelistas
se oye la voz de Dios invisible, y es la voz del Padre: "Este es mi Hijo
amado, en quien tengo mi complacencia. Escuchadle" (Mt 17,5). La eterna
complacencia del Padre acompaña al Hijo, cuando El se hizo hombre, cuando
acogió la misión mesiánica a desarrollar en el mundo, cuando decía que su
comida era cumplir la voluntad del Padre. Al final Cristo cumplió esta voluntad
haciéndose obediente hasta la muerte de cruz, y entonces esa eterna
complacencia del Padre en el Hijo, que pertenece al íntimo misterio del Dios-Trino,
se hizo parte de la historia del hombre.
3. En efecto, el Hijo mismo se hizo hombre y en cuanto tal tuvo un corazón de hombre, con el que amó y respondió al amor. Antes que nada al amor del Padre. Y por eso en este corazón, en el Corazón de Jesús, se concentró la complacencia del Padre. Es la complacencia salvífica. En efecto, el Padre abraza con ella - en el corazón de su Hijo - a todos aquellos por los que este Hijo se hizo hombre. Todos aquellos por los que tiene el corazón. Todos aquellos por los que murió y resucitó.
4. En
nuestro rezo del Ángelus Dominí unámonos a María. Unámonos a Ella, de la que el
Hijo de Dios tomó un corazón humano. Pidámosle que nos acerque a El. Pidamos a
Ella, en el corazón del Hijo, acerque al hombre y al mundo la complacencia del
Padre, el Amor del Padre, la misericordia de Dios.
3. En efecto, el Hijo mismo se hizo hombre y en cuanto tal tuvo un corazón de hombre, con el que amó y respondió al amor. Antes que nada al amor del Padre. Y por eso en este corazón, en el Corazón de Jesús, se concentró la complacencia del Padre. Es la complacencia salvífica. En efecto, el Padre abraza con ella - en el corazón de su Hijo - a todos aquellos por los que este Hijo se hizo hombre. Todos aquellos por los que tiene el corazón. Todos aquellos por los que murió y resucitó.
En el Corazón de Jesús el
hombre y el mundo vuelven a encontrar la complacencia del Padre. Este es el
corazón de nuestro Redentor. Es el corazón del Redentor del mundo.
17
- Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido
13 de julio, 1986
1. Corazón de Jesús, de
cuya plenitud todos hemos recibido. Congregados para rezar el Ángelus, nos
unimos a María en el momento de la Anunciación, cuando el Verbo se hizo carne y
vino a habitar bajo su Corazón: el Corazón de la Madre. Nos unimos, pues, al
Corazón de la Madre, que desde el momento de la concepción conoce mejor el
corazón humano de su divino Hijo: "De su plenitud recibimos todos gracia
sobre gracia" así escribe el Evangelista Juan (Jn 1,16).
2. ¿Qué es lo que
determina la plenitud del Corazón? ¿Cuándo podemos decir que el corazón está
pleno? ¿De qué está lleno el Corazón de Jesús? Está lleno de amor. El amor
decide sobre esta plenitud del corazón del Hijo de Dios, a la que nos dirigimos
hoy en la oración. Es un Corazón lleno de amor del Padre: lleno al modo divino
y al mismo tiempo humano. En efecto, el Corazón de Jesús es verdaderamente el
corazón humano de Dios Hijo. Está pues, lleno de amor filial todo lo que El ha
hecho y dicho en la tierra da testimonio precisamente de ese amor filial.
3. Al mismo tiempo el amor
filial del Corazón de Jesús ha revelado - y revela continuamente al mundo el
amor del Padre. El Padre, en efecto, "tanto amó al mundo, que le dio su
unigénito Hijo" (En 3,16) para la salvación del mundo; para la salvación
del hombre, para que él "no perezca, sino que tengo la vida eterna"
(ib.). El Corazón de Jesús está por tanto lleno de amor al hombre. Está lleno
de amor a la creatura. Lleno de amor al mundo. ¡Está totalmente lleno! Esa
plenitud no se agota nunca.
4. Cuando la humanidad gasta los recursos materiales de la tierra, del agua, del aire, estos recursos disminuyen, y poco a poco se acaban. Se habla mucho de este tema relativo a la exploración acelerada de dichos recursos que se lleva a cabo en nuestros días. De aquí derivan advertencias tales como: "No explotar sobre medida". Muy distinto sucede con el amor. Todo lo contrario sucede con la plenitud del Corazón de Jesús. No se agota nunca, ni se agotará jamás. De esta plenitud todos recibimos gracia sobre gracia. Sólo es necesario que se dilate la medida de nuestro corazón, nuestra disponibilidad para sacar de esa sobreabundancia de amor. Precisamente para esto nos unimos al Corazón de María. Cf. n.15 (15 de junio, 1986)
4. Cuando la humanidad gasta los recursos materiales de la tierra, del agua, del aire, estos recursos disminuyen, y poco a poco se acaban. Se habla mucho de este tema relativo a la exploración acelerada de dichos recursos que se lleva a cabo en nuestros días. De aquí derivan advertencias tales como: "No explotar sobre medida". Muy distinto sucede con el amor. Todo lo contrario sucede con la plenitud del Corazón de Jesús. No se agota nunca, ni se agotará jamás. De esta plenitud todos recibimos gracia sobre gracia. Sólo es necesario que se dilate la medida de nuestro corazón, nuestra disponibilidad para sacar de esa sobreabundancia de amor. Precisamente para esto nos unimos al Corazón de María. Cf. n.15 (15 de junio, 1986)
18
-Corazón de Jesús deseo de los eternos collados
20 de julio, 1986
1. Corazón de Jesús, deseo
de los eternos collados... A lo largo de estos domingos, cuando nos
congregarnos para la plegaria del mediodía, rezamos las letanías del Sagrado
Corazón en unión particular con la Madre de Jesús. El Ángelus dominical es, en
efecto, nuestra cita de oración con María. Junto con Ella recordamos la
Anunciación, que fue ciertamente un acontecimiento decisivo en su vida. Y he
aquí que, en el centro de este acontecimiento, descubrimos el Corazón. Se trata
del amor del Hijo de Dios, que desde el momento de la Encarnación comienza a
desarrollarse bajo el Corazón de la Madre junto con el Corazón humano de su
Hijo.
2. ¿Es este Corazón
"deseo" del mundo? Mirando el mundo tal como visiblemente nos rodea,
debemos constatar con San Juan que está sometido a la concupiscencia de la
carne, a la concupiscencia de los ojos y a la soberbia de la vida (Jn 2,16). Y
este "mundo" parece estar lejos del deseo del Corazón de Jesús. No
comparte sus deseos. Permanece extraño y, a veces, incluso hostil respecto a
EL. Este es el "mundo" del que el Concilio dice que está
"esclavizado bajo la servidumbre del pecado (Gaudium et Spes, 2. Y lo dice
de acuerdo con toda la Revelación, con la Sagrada Escritura y con la Tradición
(e incluso, digamos también, con nuestra experiencia humana).
3. Sin embargo,
contemporáneamente, el mismo "mundo" ha sido llamado a la existencia
por amor del Creador, y este amor le mantiene constantemente en la existencia.
Se trata del mundo como el conjunto de las criaturas visibles e invisibles, y
en particular "la entera familia humana con el conjunto universal de las
realidades entre las que ésta vive"(Gaudium et Spes, 2). Es el mundo que,
precisamente a causa de la "servidumbre del pecado" ha sido sometido
a la caducidad - como enseña San Pablo -y, por ello, gime y siente dolores de
porto, esperando con impaciencia la manifestación de los hijos de Dios, porque
sólo por este camino se puede liberar realmente de la esclavitud- de la
corrupción, para participar de la libertad y de la gloria de los hijos de Dios
(Rm. 8,19-22).
4. Este mundo - a pesar
del pecado y la triple concupiscencia - está -orientado al amor, que llena el
Corazón humano del Hijo de María. Y por ello, uniéndonos a Ella, pedimos:
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, lleva a los corazones humanos,
acerca a nuestro tiempo esa liberación que está en el Evangelio, en tu cruz y
resurrección: ¡Que está en tu Corazón!
19
- Corazón de Jesús paciente y de mucha misericordia
27 de julio, 1986
1-¡Corazón de Jesús,
paciente y de mucha misericordia! Hoy, con ocasión de la oración del Ángelus,
deseamos releer una vez más, junto con María, el Evangelio; en cierto sentido
lo releemos todo entero, e inmediatamente. En él a~ce el Corazón de Jesús, paciente
e inmensamente misericordioso. ¿No es tal vez así el Corazón de Aquel que
"pasé haciendo bien" a todos (Hch 10,38)? ¿De Aquel que hizo que los
ciegos adquiriesen la vista, los cojos caminasen, los muertos resucitasen? ¿Que
a los pobres se les anunciara la Buena Nueva (Lc 7,22)? ¿No es tal vez así el
Corazón de Jesús, que no tenía El mismo dónde reclinar la cabeza mientras que
los lobos tienen sus guaridas y los pájaros sus nidos (Mt 8,20)? ¿No es tal vez
así el Corazón de Jesús, que defendió a la mujer adúltera de la lapidación y
luego le dijo: "Vete, y de ahora en adelante no peques más (Jn 8,3-10).?
¿No es tal vez así el Corazón de Aquel que fue llamado "amigo de
publicanos y pecadores" (Mt 11,19)?
2- ¡Miremos, junto con
María, el interior de este Corazón! ¡Releámoslo a lo largo del Evangelio! Más
aún, sobre todo releamos este corazón en el momento de la crucifixión. Cuando
ha sido traspasado por la lanza. Cuando se ha desvelado hasta el fondo el
misterio en El escrito. El Corazón paciente porque está abierto a todos los
Sufrimientos del hombre. ¡El Corazón paciente, porque está dispuesto El mismo a
aceptar un sufrimiento inconmensurable con metro humano! ¡El Corazón paciente,
porque es inmensamente misericordioso! En efecto, ¿qué es la misericordia, sino
esa medida particularísima del amor, que se expresa en el sufrimiento? ¿Qué es,
en efecto, la misericordia sino esa medida definitiva del amor, que desciende
al centro mismo del mal para vencerlo con el bien? ¿Qué es sino el amor que
vence el pecado del mundo mediante el sufrimiento y la muerte?
3. ¡Corazón de Jesús,
paciente y de mucha misericordia! ¡Madre, que has mirado en este Corazón,
cuando estabas presente al pie de la cruz! Madre que, por voluntad de este
Corazón, te has hecho Madre de todos nosotros. ¿Quién conoce como Tú el
misterio del Corazón de Jesús en Belén, en Nazaret, en el Calvario? ¿Quién como
Tú sabe que es paciente e inmensamente misericordioso? ¿Quién como Tú da
testimonio incesantemente de ello?
20
-Corazón de Jesús rico para todos los que te invocan
3 de agosto, 1986
1.¡Corazón de Jesús,
generoso para aquellos que te invocan!. Nos recogemos hoy durante la oración
del Angelus para recordarte, oh Madre de Cristo, el acontecimiento que tuvo
lugar en Canó de Galilea. Esto ocurrió al comienzo de la actividad mesiánica..
Jesús había sido invitado, contigo y sus primeros discípulos, a las bodas. Y
cuando faltó el vino, Tú, María, dijiste a Jesús: Hijo, "no tienen
vino" (Jn 2,3). Tú conocías su corazón. Sabías que es generoso para
aquellos que lo invocan. Con tu oración en Caná de Galilea hiciste que el
Corazón de Jesús se revelase en su generosidad.
2. Este es el Corazón
generoso, puesto que en El habita efectivamente la plenitud. la plenitud de la
divinidad habita en Cristo verdadero hombre: y Dios es amor. Es generoso porque
ama, y amar quiere decir prodigar, quiere decir dar. Amar quiere decir ser don.
-Quiere decir ser para los demás ser para todos, ser para cada uno. Para cada
uno que llama. Llama a veces, incluso sin palabras. Llama por el hecho de poner
al descubierto todo su verdad, y, en esta verdad, llama al amor. La verdad
tiene la fuerza de llamar al amor. Mediante la verdad todos aquellos que son
"pobres de espíritu", que "tienen hambre y sed de justicia"
que, ellos mismos, "son misericordiosos" tienen la fuerza de llamar
al amor. Todos ellos - y tantos otros más - tienen un maravilloso
"poder" sobre el amor. Todos ellos hacen que el amor se comunique, se
dé y se manifieste así la generosidad del corazón. Entre todos ellos, Tú, María,
eres la primera.
3. ¡Corazón de Jesús,
generoso para aquellos que te invocan! Mediante esta generosidad el amor no se
agota, sino que crece. Crece constantemente. Esta es la naturaleza misteriosa
del amor. Y éste es también el misterio del Corazón de Jesús, que es generoso
para con todos. Se abre a todos y cada uno. Se abre completamente por sí mismo.
Y en esta generosidad no se agota. La generosidad del Corazón da testimonio de
que el amor no está sometido a las leyes de la muerte, sino a las leyes de la
resurrección y la vida. Da testimonio de que el amor crece con el amor. Esta es
su naturaleza.
4. De esta verdad sobre el
amor dio testimonio en nuestros tiempos Pablo VI. Su corazón humano cesó de
latir aquí., en Castelgandolfo, hace ocho años, en la fiesta de la
Transfiguración del Señor. Su humilde sucesor hace suya la misma verdad sobre
el amor, que el difunto Pontífice proclamó con la palabra y con la vida hasta
el final, invocando al Corazón divino. Y por ello, pensando en el Papa Pablo
VI, hoy, durante la oración del Ángelus, nos unimos de modo particular a María,
y decimos: Corazón de Jesús, generoso para aquellos que te invocan, acoge a tú
siervo en tu eterna luz.
21
-Corazón de Jesús fuente de vida y de santidad
10 de agosto, 1986
1. ¡Corazón de Jesús,
fuente de vida y de santidad! Fuente. Recordemos cuando Jesús se acercó a la
pequeña ciudad de Samaria, llamada Sícar, donde se encontraba una fuente que se
remontaba a los tiempos del Patriarca Jacob. En aquel lugar encontró a una samaritana,
que se acercaba para sacar agua de la fuente. Él le dice: "Dame de
beber". La mujer responde: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber
a mí, mujer samaritana?". Entonces Jesús replicó: "Si conocieras el
don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a Él, y Él
te daría a ti agua viva". Y continuó: "El agua que yo te dé se hará
en ti fuente que salte hasta la vida eterna" (cf. Jn 4,5-14). ¡Fuente!
¡Fuente de vida y de santidad!
2. En otra ocasión, en el
último día de la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, Jesús, como escribe
también el Evangelista Juan - "gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga
a mí y beba. El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva
correrán de su seno". El Evangelista añade: Esto dijo del Espíritu que
habían de recibir los que creyeran en EL" (Jn 7,37-39).
3. Todos deseamos
acercamos a esta fuente de agua viva. Todos deseamos beber del Corazón divino,
que es fuente de vida y de santidad. En El nos ha sido dado el Espiritu Santo,
que se da constantemente a todos aquellos que con adoración y amor se acercan a
Cristo, a su Corazón. Acercarse a la fuente quiere decir alcanzar el principia.
No hay en el mundo creado otro lugar del cual pueda brotar la santidad para la
vida humana fuera de este Corazón, que ha amado tanto. "Ríos de agua
viva" han manado de tantos corazones... y ¡manan todavía! De ello dan
testimonio los Santos de todos los tiempos.
4. Te pedimos, Madre de
Cristo, que seas nuestra Guía al Corazón de tu Hijo. Te pedimos que nos acerques
a Él y nos enseñes a vivir en intimidad con este Corazón, que es fuente de vida
y de santidad.
22
-Corazón de Jesús propiciación por nuestros pecados
17 de agosto, 1986
1-Corazón de Jesús,
propiciación por nuestros pecados. El Corazón de Jesús. es fuente de vida,
porque por medio de El actúa la victoria sobre la muerte. Es fuente de
santidad, porque en El ha sido vencido el pecado que es adversario de la
santidad en el corazón del hombre. Jesús, que el domingo de resurrección entra
por la puerta cerrado, en el Cenáculo, dice a los Apóstoles: "Recibid el espíritu
Santo: a quien perdonareis los pecados les serán perdonados" (Jn 20,23). Y
diciendo esto, les muestra las manos y el costado, en el que están visibles los
signos de la crucifixi5 Muestra el costado, lugar del Corazón traspasado por la
lanza del centurión.
2- Así, pues, los
Apóstoles han sido llamados a volver al Corazón, que es propiciación por los
pecados del mundo. Y con ellos también nosotros somos llamados. La potencia de
la remisión de los pecados, la potencia de la victoria sobre el mal que alberga
en el corazón del hombre, se encierra en la pasión y en la muerte de Cristo Redentor.
Un signo Particular de esta potencia redentora es precisamente el Corazón. La
Pasión de Cristo Y Su muerte se han apoderado de todo su cuerpo. Se han
cumplido mediante todas las heridas, que Él ha recibido durante la pasión. Y se
han cumplido sobre todo en el Corazón, porque el Corazón agonizaba mientras se
apagaba todo el cuerpo. El Corazón se consumía al ritmo del sufrimiento que
producían todas las heridas.
3. En este despojamiento
el Corazón ardía de amor. Una llama viva de amor ha consumido el Corazón de
Jesús en la cruz. Este amor del Corazón fue la potencia propiciadora por
nuestros pecados. Ello ha superado - y supera para siempre - todo el mal
contenido en el pecado, todo el alejamiento de Dios, toda la rebelión de la
libre voluntad humana, que se opone a Dios y a su santidad. El amor que ha
consumado el Corazón de Jesús el amor que ha causado la muerte de su Corazón -
era y es una potencia invencible. Mediante el amor del Corazón divino, la
muerte ha logrado la victoria sobre el pecado. Se ha convertido en fuente de
vida y de santidad.
4. Cristo mismo conoce
hasta el fondo este misterio redentor de su Corazón. Es testimonio inmediato
del mismo. Cuando dice a los Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo para la
remisión de los pecados, da testimonio de aquel Corazón que es propiciación por
los pecados del mundo. María, que eres refugio de los pecadores, ¡acércanos al
Corazón de tu Hijo!
23
-Corazón de Jesús saciado de oprobios
24 de agosto, 1986
1. Corazón de Jesús,
saciado de oprobios. Las Palabras de las letanías del Sagrado Corazón de Cristo
nos ayudan a releer el Evangelio de la pasión de Cristo. Repasemos con los ojos
del alma aquellos momentos y acontecimientos desde la captura en Getsemaní al
juicio de Anás y de Caifás, la encarcelación nocturna, la sentencia matutina
del Sanedrín, el tribunal del Gobernador romano, el tribunal de Herodes el
galileo, la flagelación, la coronación de espinas, la sentencia de crucifixión,
el vía crucis hasta el lugar del Gólgota, y, a través de la agonía sobre el
árbol de la ignominia, hasta el último "Todo está cumplido". Corazón
de Jesús, saciado de oprobios.
2. Corazón de Jesús - el
corazón humano del Hijo de Dios -, tan conocedor de la dignidad de todo hombre,
tan conocedor de la dignidad de Dios-Hombre. Corazón del Hijo, que es
Primogénito de toda creatura: - tan conocedor de la peculiar dignidad del alma
y del cuerpo del hombre; - tan sensible por todo lo que ofende esta dignidad:
"saciado de oprobios!.
3. Recordemos 1as palabras
de Isaías profeta: "He aquí a mi Siervo, a quien sostengo yo; mi elegido,
en quien se complace mi alma... El dará el derecho a las naciones. No gritará,
no hablará recio... No romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se
extingue" (Is 42,1-3). "Como de, El se pasmaron muchos, tan
desfigurado estaba, su aspecto, que no parecía ser de hombre" (Is 52,14).
... Varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el
cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta" (Is
53,3).
4. Corazón de Jesús,
saciado de oprobios! ¡Corazón de Jesús saciado de oprobios! Signo de contradicción...
"Y una espada atravesará tu alma... “(Lc 2,34-35).
24
-Corazón de Jesús despedazado por nuestros delitos
31 de agosto, 1986
1. Corazón de Jesús
despedazado por nuestros delitos. Jesús de Nazaret, el que durante la última
Cena dijo: Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros... Este es el
cáliz de mi Sangre derramada por vosotros". Jesús: sacerdote fiel, que
mediante su propia sangre entra en el tabernáculo eterno. Jesús: sacerdote, que
según el orden de Melquisedec nos deja Su sacrificio: haced esto...: ¡Jesús -
Corazón de Jesús!
2. Corazón de Jesús en
Getsemaní, que "se entristece hasta la muerte" que siente el
"peso" terrible. Cuando dice: "Todo te es posible: aleja de mi
este cáliz" (Mc.14,36). El sabe, al mismo tiempo, cuál es la voluntad del
Padre, y no desea otra cosa que cumplirla: derramar el cáliz hasta el fondo.
Corazón de Jesús, despedazado con la eterna sentencia: efectivamente, Dios ha
amado tanto al mundo hasta dar su Hijo unigénito...
3. Tantos siglos antes lo
había dicho Isaías: Pero fue El ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado,
herido por Dios y abatido", (Is 53,4), Él se ha inmolado por nuestros delitos:
y, sin embargo, ¿no decían en el Gólgota: "Si eres hijo de Dios, baja de
esa cruz" (Mt 27,40)?
4. Así decían: Y, sin
embargo, el Profeta sabía. Y, sin embargo, Isaías decía..., tantos siglos
antes: Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados...
Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino: Y Yahvé
cargó sobre El la iniquidad de todos nosotros... Fue arrancado de la tierra de
los vivientes y herido de muerte por el crimen de su pueblo" (Is 53,5-8).
5. ¡Despedazado por
nuestros delitos! Corazón de Jesús., despedazado por los pecados... Los
sufrimientos de la agonía abrazan gradualmente todo el cuerpo del Crucificado.
Lentamente la muerte llega al corazón. Jesús dice: "Todo está
cumplido". “Padre, en tus manos entrego mi espíritu" (Lc 23,46).
¿Cómo iban a cumplirse las escrituras diversamente? ¿Cómo iban a cumplirse
diversamente las palabras del Profeta que dice: "El Justo, mi Siervo,
justificará a muchos... Se cumplirá por su medio la voluntad del Señor"
(Is 53,11)? ¡La voluntad del Padre! ¡No la mía, sino tu voluntad! 6.Nos hemos
unido en la oración contigo, Madre de Cristo: contigo, que has participado en
sus sufrimientos ("condoluit")... Tú nos conduces al Corazón de tu
Hijo agonizante en la cruz: cuando en su despojamiento se revela hasta el fondo
como Amor. Oh Tú, que has participado en sus sufrimientos, permítenos
perseverar siempre abrazando este misterio. ¡Madre del Redentor! ¡Acércanos al
Corazón de tu Hijo!
25
-Corazón de Jesús hecho obediente hasta la muerte
23 de julio, 1989
"Corazón de Jesús,
hecho obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros"
1. Queridos hermanos y
hermanas: esta invocación de las Letanías del Sagrado Corazón nos invita hoy a
contemplar el Corazón de Cristo obediente. Toda la vida de Jesús está bajo el
signo de una perfecta obediencia a la voluntad del Padre, suprema y coeterna
fuente de su ser ( Jn 1,1-2): uno solo es su poder y su gloria, una sola su
sabiduría; es reciproco su infinito -amor. Por esta comunión de vida y de amor,
el Hijo se adhiere plenamente al proyecto del Padre, que quiere la salvación
del hombre mediante el hombre: en la "plenitud de los tiempos" nace
de la Virgen Madre (Gal 4,4) con un corazón obediente, para reparar el daño
causado al género humano por el corazón desobediente de los primeros padres.
Por esto, al entrar en el mundo Cristo dice: "He aquí que vengo... a
hacer, oh Dios, tu voluntad" (Hb 10,7). "¡Obediencia" es el
nuevo nombre del "amor"
2. Los Evangelios nos
muestran a Jesús, en el transcurso de su vida, siempre dedicado a hacer la
voluntad del Padre. A María y José, que durante tres días, afligidos, lo habian
buscado, Jesús, que tenía doce años, les responde: "¿Por qué me buscabais?
¿No sabíais que yo debla estar en la casa de mi Padre? (Lc 2,49). Toda su
existencia está dominado por este "yo debo" que determina sus
opciones y guía su actividad. A los discípulos dirá un día: "Mi alimento
es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn
4,34); y les enseñara a orar así: "Padre Nuestro... hágase tu voluntad en
la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).
3. Jesús obedece hasta la
muerte (Flp 2,8), aunque nada le resulte tan radicalmente opuesto como la
muerte, ya que El es la fuente misma de la vida (Jn 11,25-26). En aquellas
horas trágicas le sobrevienen, inquietantes, el desconsuelo y la angustia ( Mt
26,37), el miedo y la turbación ( Mc 14,33), el sudor de sangre y las lágrimas
(Lc 22,44). Luego, en la cruz, el dolor desgarra su cuerpo traspasado. La
amargura - del rechazo, de la traición, de la ingratitud -, llena su Corazón.
Pero sobre todo domina la paz de la obediencia. "No se haga mi voluntad,
sino la tuya" (Lc 22,42). Jesús recoge las fuerzas extremas y, casi
sintetizando su vida, pronuncia la última palabra: "Todo está
cumplido" (En 19,30).
4. Al alba, al mediodía y
al atardecer de la vida de Jesús, late en su corazón un solo deseo: hacer la
voluntad del Padre. Contemplando esta vida, unificada por la obediencia filial
al Padre, comprendemos la palabra del Apóstol: Por la obediencia de uno solo
todos serán constituidos justos" (Rm 5,19), y la otra, misteriosa y
profunda, de la Carta a los Hebreos: "Aun siendo Hijo, con lo que padeció
experimentó la obediencia: y llegado a la perfección, se convirtió en causa de
salvación eterna para todos los que le obedecen" (5,8-9). Que María
Santísima, la Virgen del "hágase" tembloroso y generoso, nos ayude
también a nosotros a "Aprender" esta lección fundamental.
26
-Corazón de Jesús perforado por una lanza
30 de Julio, 1989
"Corazón de Jesús,
Perforado por una lanza, ten Piedad de nosotros"
1. Pocas páginas del
Evangelio a lo largo de los siglos han atraído la atención de los místicos, de
los escritores espirituales y de los teólogos tanto como el pasaje del
Evangelio de San Juan que nos narra la muerte gloriosa de Cristo y la escena en
que le atraviesan el costado (En 19,23-37). En esa página se inspira la
invocación de las Letanías, que he recordado hace un momento. En el Corazón
atravesado contemplamos la obediencia filial de Jesús al Padre, cuya misión El
realizó con valentía (Jn 19,30) y su amor fraterno hacia los hombres a quienes
El "amó hasta el extremo" (Jn 13,1), es decir, hasta el extremo
sacrificio de Sí mismo. El Corazón atravesado de Jesús es el signo de la totalidad
de este amor en dirección vertical y horizontal, como los dos brazos de la
cruz.
2. El Corazón atravesado
es también el símbolo de la vida nueva, dada a los hombres mediante el Espíritu
y los sacramentos. En cuanto el soldado le dio el golpe de gracia, del costado
herido de Cristo "al instante salió sangre y agua" (Jn 19,34). La
lanzada atestigua la realidad de la muerte de Cristo. El murió verdaderamente,
como había nacido verdaderamente y como resucitará verdaderamente en su misma
carne (Jn 20,24.27). Contra toda tentación antigua o moderna de docetismo, de
ceder a la "apariencia" el evangelista nos recuerda a todos la cruda
certeza de la realidad. Pero al mismo tiempo tiende a profundizar el
significado del acontecimiento salvífico y a expresarlo a través del símbolo.
El, por tanto, en el episodio de la lanzada, ve un profundo significado: como
de la roca golpeada por Moisés brotó en el desierto un manantial de agua (Num
20,8-11), así del costado de Cristo, herido por la lanza, brotó un torrente de
agua para saciar la sed del nuevo pueblo de Dios. Este torrente es el don del
Espíritu, (Jn 7,37-39), que alimenta en nosotros la vida divina.
3. Finalmente, del Corazón
atravesado de Cristo brota la Iglesia. Como del costado de Adán que dormía fue
extraída Eva, su esposa, así - según una tradición patrística que se remonta a
los primeros siglos -, del costado abierto del Salvador, que dormía sobre la
cruz en el sueño de la muerte, fue extraída la Iglesia, su esposa. Esta se
forma precisamente del agua y de la sangre, - Bautismo y Eucaristía -, que
brotan del Corazón traspasado. Por eso, con razón afirma la Constitución
conciliar sobre la liturgia: "Del costado de Cristo dormido en la cruz
nació el sacramento admirable de la Iglesia entera" (Sacrosanctum Concilium,
5).
4. "Junto a la cruz,
advierte el Evangelista, se encontraba "la Madre de Jesús (Jn 19,25). Ella
vio el Corazón abierto del que fluían sangre y agua - sangre tomada de su
sangre -, y comprendió que ¿a sangre del Hijo era derramada por nuestra salvación.
Entonces comprendió hasta el fondo el significado de las palabras que el Hijo
le había dirigido poco antes: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19,26):
la Iglesia que brotaba del Corazón atravesado era confiada a sus cuidados de
Madre. Pidamos a María que nos guié a sacar cada vez más abundantemente el agua
de los manantiales de gracia que fluyen del Corazón atravesado de Cristo.
27
-Corazón de Jesús fuente de toda consolación
13 de agosto, 1989
"Corazón de Jesús,
fuente de toda consolación, ten piedad de nosotros".
1- Dios, Creador del cielo
y de la tierra, es también "el Dios de toda consolación" (2 Co 1,3;
Rm 15,5). Numerosas páginas del Antiguo Testamento nos muestran a Dios que, en
su gran ternura y compasión, consuela a su pueblo en la hora de la aflicción. Para
confortar a Jerusalén, destruida y desolada, el Señor envía a sus profetas a
llevar un mensaje de consuelo: "Consolad, consolad a mi pueblo... Hablad
al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia"
(Is 40.1-2); y, dirigiéndose a Israel oprimido por el temor de sus enemigos,
declara: "Yo, yo soy tu consolador" (Is 51,12); e incluso,
comparándose con una madre llena de ternura hacia sus hijos, manifiesta su
voluntad de llevar paz, gozo y consuelo a Jerusalén: "Alegraos, Jerusalén,
y regocijaos por ella todos los que la amáis... de modo que os hartéis de sus
consuelos... Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré, y por
Jerusalén seréis consolados" (Is 66,10.11.13).
2. En Jesús, verdadero
Dios y verdadero hombre, nuestro hermano, el "Dios-que-consuela" se
hizo presente entre nosotros. Así lo indicó primeramente el justo Simeón, que
tuvo la dicha de acoger entre sus brazos al niño Jesús y de ver en El realizada
9a consolación de Israel"(Lc 2,25). Y, en toda la vida de Cristo, la
predicación del Reino fue un ministerio de consolación: anuncio de un alegre
mensaje a los pobres, proclamación de libertad a los oprimidos, de curación a
los enfermos, de gracia y de salvación a todos (Lc 4,16-211: Is 61,1-2). Del
Corazón de Cristo brotó esta tranquilizadora bienaventuranza:
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mt
5,5), así como la tranquilizadora invitación: "Venid a mi todos los que
estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt 11,28).
3. La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansia y aliviar la tristeza, y signo concreto de amistad. En sus palabras y en sus gestos de consolación se unían admirablemente la riqueza del sentimiento y la eficacia de la acción. Cuando, cerca de la puerta de la ciudad de Naím, vio a una viuda que acompañaba al sepulcro a su hijo único. Jesús compartió su dolor: "Tuvo compasión de ella" (Lc 7,13), tocó el féretro, ordenó al joven que se levantara y lo restituyó a su madre (Lc. 7,14-15).
3. La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansia y aliviar la tristeza, y signo concreto de amistad. En sus palabras y en sus gestos de consolación se unían admirablemente la riqueza del sentimiento y la eficacia de la acción. Cuando, cerca de la puerta de la ciudad de Naím, vio a una viuda que acompañaba al sepulcro a su hijo único. Jesús compartió su dolor: "Tuvo compasión de ella" (Lc 7,13), tocó el féretro, ordenó al joven que se levantara y lo restituyó a su madre (Lc. 7,14-15).
4. El Corazón del Salvador
es también, más aún, principalmente "fuente de consuelo" porque
Cristo, juntamente con el Padre, dona el Espíritu Consolador: "Yo pediré
al Padre y os dará otro Consolador para que esté con vosotros para
siempre" (Jn 14,16: 14,25; 16,12): Espíritu de verdad y de paz, de
concordia y de suavidad de alivio y de consuelo: Espíritu que brota de la
Pascua de Cristo (Jn 19,28-34) y del evento de Pentecostés (Hch 2,1-13).
5. Toda la vida de Cristo
fue por ello un continuo ministerio de misericordia y de consolación. La
Iglesia, contemplando el Corazón de Cristo y las fuentes de gracia y de
consolación que de El manan, ha expresado esta realidad estupenda con la
invocación: "Corazón de Cristo, fuente de todo consuelo, ten piedad de
nosotros" Esta invocación es recuerdo de la fuente de la que, a lo largo
de los siglos, la Iglesia ha recibido consolación y esperanza en la hora de la
prueba y de la persecución; es invitación a buscar en el Corazón de Cristo la
consolación verdadero, duradera y eficaz; es advertencia para que, tras haber
experimentado la consolación del Señor, nos convirtamos también nosotros en
convencidos y conmovidos portadores de ella, haciendo nuestra la experiencia espiritual
que hizo decir al Apóstol Pablo: el Señor "nos consuela en toda
tribulación nuestra para poder consolar a los que están en toda tribulación,
mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios" (2 Co
1,4).
6. Pidamos a María, Consoladora de los afligidos, que, en los momentos oscuros de tristeza y angustia, nos guíe a Jesús, su Hijo amado, "fuente de todo consuelo".
6. Pidamos a María, Consoladora de los afligidos, que, en los momentos oscuros de tristeza y angustia, nos guíe a Jesús, su Hijo amado, "fuente de todo consuelo".
28
-Corazón de Jesús vida y resurrección nuestra
27 de agosto, 1989
"Cor Jesu, vita et
resurrectio nostra, ten piedad de nosotros"
1. Esta invocación de las
letanías del Sagrado Corazón... Fuerte y convencida como un acto de fe,
encierra en una frase lapidaria todo el misterio de Cristo Redentor; nos
recuerda las palabras dirigidas por Jesús a Marta, afligida por la muerte de su
hermano Lázaro: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi,
aunque muera, vivirá" (Jn 11,25). Jesús es la vida que brota eternamente
de la divina fuente del Padre: "En el principio existía la Palabra y la
Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios... En ella estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres (Jn1, 1.4). Jesús es vida en Sí mismo:
"Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo
tener vida en si mismo" (Jn 5,26). En el Último ser de Cristo, en su
Corazón, la vida divina y la vida humana se unen armónicamente, en plena e
inseparable unidad. Pero Jesús es también vida para nosotros "Dar la
vida" es el objetivo de la misión que El, Buen Pastor, recibió del Padre:
"Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn
10,10).
2. Jesús es también la
resurrección. Nada es tan radicalmente contrario a la santidad de Cristo - el
Santo del Señor (L.c. 1,35; Me 1,24) - como el pecado; nada es tan opuesto a
El, fuente de vida, como la muerte. Un vínculo misterioso une pecado y muerte
(Sb 2,24; Rm 5,12; 6,23; etc): ambas son realidades esencialmente contrarias al
proyecto de Dios sobre el hombre, que no fue hecho para la muerte, sino para la
vida. Ante todo expresión de muerte, el Corazón de Cristo se conmovió profundamente,
y por amor al Padre y a los hombres, sus hermanos, hizo de su vida un
"prodigioso duelo" contra la muerte (Misal Romano, Secuencia de
Pascua): con una palabra restituyó la vida física a Lázaro, al hijo de la viuda
de Naín, al hijo de Jairo; con la fuerza de su amor misericordioso devolvió
la vida espiritual a Zaqueo, a María Magdalena, a la adúltera y a cuantos
supieron reconocer su presencia salvadora.
3. Hermanos y hermanas:
Nadie como María ha experimentado que el Corazón de Jesús es "vida y
resurrección": De El, vida, María recibió la vida de la gracia original y,
en la escucha de su palabra y en la observación atenta de sus gestos
salvíficos, pudo custodiarla y nutrirla. Por El, resurrección, Ella fue
asociada de modo singular a la victoria sobre la muerte: el misterio de su
Asunción en cuerpo y alma al cielo es el consolador documento de que la
victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte se prolonga en los
miembros de su Cuerpo Místico, y, como primero entre todos, en María, "miembro
excelentísimo" de la Iglesia (Lumen Gentiurn, 53). Glorificada en el
cielo, la Virgen está, con su corazón de Madre, al servició de la redención
obrada por Cristo. "Madre de la vida", está cerca de toda mujer que
da a luz un hijo, está al lado de todo fuente bautismal donde, por el agua y
por el Espíritu (Jn 3,5) nacen los miembros de Cristo; "Salud de los
enfermos", está donde la vida se consume afectada por el dolor y la
enfermedad; "Madre de misericordia" Ella llama a quien ha caído bajo
el peso de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida; "Refugio de
pecadores" señala, a quienes se habían alejado de El, el camino que
conduce a Cristo; "Virgen dolorosa" junto al Hijo que muere (Jn
19,25), Ella está donde la vida se apaga. Invoquémosla con la Iglesia:
"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte".
29
-Corazón de Jesús paz y reconciliación nuestra
3 de Septiembre, 1989
"Corazón de Jesús,
paz y reconciliación nuestra, ten piedad de nosotros"
1. Queridos hermanos y
hermanas: Rezando con fe esta hermosa invocación de las letanías del Sagrado
Corazón, un sentimiento de confianza y de seguridad se difunde en nuestro
espíritu: Jesús es de verdad nuestra paz, nuestra suprema reconciliación. Jesús
es nuestra paz. Es bien conocido el significado bíblico del término
"paz": indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el
Mesías, ha traído, a los hombres. Por esto, el don de la paz marca el inicio de
su misión sobre la tierra, acompaña su desarrollo y constituye su coronamiento.
2. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (Lc. 2,14; Is 9,5). "Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (Lc. 8,48)o en el espíritu (Lc. 7,50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a sus discípulos (Lc. 24,36; Jn 20,19.26), que El, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu, manantial de "amor, alegría, paz" (Gal 5,22).
2. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (Lc. 2,14; Is 9,5). "Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (Lc. 8,48)o en el espíritu (Lc. 7,50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a sus discípulos (Lc. 24,36; Jn 20,19.26), que El, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu, manantial de "amor, alegría, paz" (Gal 5,22).
3. Jesús es, al mismo
tiempo, nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una
profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador, y el hombre, su
creatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable
de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la
libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura
suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.
4. En el Corazón de Cristo, lleno de amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el cielo y la tierra: Fuimos reconciliados con Dios - dice el Apóstol - por la muerte de su Hijo" (Rom 5,10). Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a El (Mt 11,28). En su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.
4. En el Corazón de Cristo, lleno de amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el cielo y la tierra: Fuimos reconciliados con Dios - dice el Apóstol - por la muerte de su Hijo" (Rom 5,10). Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a El (Mt 11,28). En su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.
5. El Corazón de la Madre
es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Vírgenes
para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: ¿ No es Ella quien,
por medio del, ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de reconciliación y de
paz que Dios haya jamás enviado al género humano (Lc. 1,26-38)? María dio a luz
a Aquel que es nuestra reconciliación; Ella estaba al pie de la cruz cuando, en
la sangre del Hijo Dios reconcilió "con El todas las cosas" (Col
1,20); ahora, glorificada en el cielo, tiene - como recuerda una plegaria litúrgica
- "un corazón lleno de misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la
mirado a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón" de
Dios (Misal Prefacio De Beata María Virgíne).
6. Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos. Por esto la imploramos.
6. Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos. Por esto la imploramos.
30
-Corazón de Jesús víctima de los pecadores
10 de septiembre, 1989
"Corazón de Jesús,
víctima de los pecadores, ten piedad de nosotros"
1. Muy queridos hermanos y
hermanas: Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón nos recuerda que
Jesús, según la palabra del Apóstol Pablo, "fue entregado por nuestros
pecados" (Rm 4,25); pues, aunque El no había cometido pecado, "Dios se hizo pecado por nosotros" (2 Co 5,21).
2. Sobre el Corazón de Cristo grabó, enorme, el peso del pecado del mundo. En El se cumplió de modo perfecto la figura del "cordero pascual", víctima ofrecida a Dios para que en el signo de su sangre fuesen librados de la muerte los primogénitos de los hebreos (Ex 12,21-27). Por tanto, justamente Juan Bautista reconoció en El al verdadero "cordero de Dios" (Jn 1,29): cordero inocente, que había tomado sobre sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (Mt 3,13-16 y paralelos); cordero manso, "al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda" (Is 53,7), para que por su divino silencio quedase confundida la palabra soberbia de los hombres inicuos.
3. Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció libremente a su pasión (Misal Romano, Plegaria eucarística II, como víctima de expiación por los pecados de los hombres (Lv 1,4; Hb 10,5-10) que consumió en el fuego de su amor.
2. Sobre el Corazón de Cristo grabó, enorme, el peso del pecado del mundo. En El se cumplió de modo perfecto la figura del "cordero pascual", víctima ofrecida a Dios para que en el signo de su sangre fuesen librados de la muerte los primogénitos de los hebreos (Ex 12,21-27). Por tanto, justamente Juan Bautista reconoció en El al verdadero "cordero de Dios" (Jn 1,29): cordero inocente, que había tomado sobre sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (Mt 3,13-16 y paralelos); cordero manso, "al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda" (Is 53,7), para que por su divino silencio quedase confundida la palabra soberbia de los hombres inicuos.
3. Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció libremente a su pasión (Misal Romano, Plegaria eucarística II, como víctima de expiación por los pecados de los hombres (Lv 1,4; Hb 10,5-10) que consumió en el fuego de su amor.
4. Jesús es víctima
eterna. Resucitado de la muerte y glorificado a la derecha del Padre, el
conserva en su cuerpo inmortal las señales de las llagas de las manos y de los
pies taladrados, del costado traspasado (Jn 20,27; L.c. 24,39-40) y los
presenta al Padre en su incesante plegaria de intercesión a favor nuestro (Hb
7,25; 8,34).
5. La admirable Secuencia de la Misa de Pascua, recordando este dato de nuestra fe, exhorta: "A la víctima pascual elevemos hoy el sacrificio de alabanza. El cordero ha redimido a su grey. El inocente nos ha reconciliado a nosotros pecadores con el Padre" (Secuencia Victimae Paschali, estrofa l). Y el prefacio de esa misma solemnidad proclama: Cristo es "el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida".
5. La admirable Secuencia de la Misa de Pascua, recordando este dato de nuestra fe, exhorta: "A la víctima pascual elevemos hoy el sacrificio de alabanza. El cordero ha redimido a su grey. El inocente nos ha reconciliado a nosotros pecadores con el Padre" (Secuencia Victimae Paschali, estrofa l). Y el prefacio de esa misma solemnidad proclama: Cristo es "el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida".
6. Hermanos y hermanas: En
esta hora de la plegaria mariana hemos contemplado el Corazón de Jesús víctima
de nuestros pecados; pero antes que todos y más profundamente que todos lo
contempló su Madre dolorosa,, de la que la liturgia canta: "Por los
pecados de su pueblo Ella vio a Jesús en los tormentos del duro suplicio"
(Secuencia Stabat Mater, estrofa 7).
7. En la proximidad de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa, recordemos esta presencia intrépida e intercesora de la Virgen bajo la cruz del Calvario, y pensemos con inmensa gratitud que, en aquel momento, Cristo, que estaba para morir, víctima de los pecados del mundo, nos la confió como Madre: "Ahí tienes a tu madre" (Jn 19,27).
8. Confiemos a María nuestra plegaria, mientras decimos a su Hijo Jesús: Corazón de Jesús, víctima de nuestros pecados, acoge nuestra alabanza, la gratitud perenne, el arrepentimiento sincero. Ten piedad de nosotros hoy y siempre. Amén.
7. En la proximidad de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa, recordemos esta presencia intrépida e intercesora de la Virgen bajo la cruz del Calvario, y pensemos con inmensa gratitud que, en aquel momento, Cristo, que estaba para morir, víctima de los pecados del mundo, nos la confió como Madre: "Ahí tienes a tu madre" (Jn 19,27).
8. Confiemos a María nuestra plegaria, mientras decimos a su Hijo Jesús: Corazón de Jesús, víctima de nuestros pecados, acoge nuestra alabanza, la gratitud perenne, el arrepentimiento sincero. Ten piedad de nosotros hoy y siempre. Amén.
31
-Corazón de Jesús salvación de los que en Tí esperan
17 de septiembre, 1989
Amadisimos hermanos y
hermanas!
1. A esta hora del Ángelus
detengámonos durante algunos instantes para reflexionar sobre esa invocación de
las letanías del Sagrado Corazón que dice: "Corazón de Jesús, salvación de
los que en ti esperan, ten piedad de nosotros". En la Sagrada Escritura
aparece constantemente la afirmación según la cual el Señor es "un Dios
que salva" (Ex 15,2; Sal 51,16; 79,9; Is 46,13) y la salvación es un don
gratuito de su amor y de su misericordia. El Apóstol Pablo, en un texto de alto
valor doctrinal, afirma incisivamente: Dios "quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2,4; 4,10).
Esta voluntad salvífica, que se ha manifestado en tantas intervenciones
admirables de Dios en la historia, ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret,
Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de María, pues en El se ha cumplido con
plenitud la palabra dirigida por el Señor a su "Siervo". "Te voy
a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines
de la tierra" (Is 49,6; Lc. 2,32).
2. Jesús es la epifanía
del amor salvífico del Padre (Tit 2,11; 3,4). Cuando Simeón tomó en sus brazos
al niño Jesús, exclamó: "han visto mis ojos tu salvación" (Mc 2,30).
En efecto, en Jesús todo está en función de su mis ¡1 de Salvador: el nombre
que lleva ("Jesús" significa "Dios salva", las palabras que
pronuncia, las acciones que realiza y los sacramentos que instituyó. Jesús es
plenamente consciente de la misión que el Padre le ha confiado: "el Hijo
del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc. 19
,10). De su corazón, es decir, del núcleo más íntimo de su ser, brota ese celo
por la salvación del hombre que lo impulsa a subir, como manso cordero, al
monte del Calvario, a extender sus brazos en la cruz y a Var su vida como
rescate por muchos" (Mc 10,45).
3. En el Corazón de Cristo podernos, por tonto, colocar nuestra esperanza. Ese Corazón dice la invocación es salvación "para los que esperan en El". El Señor mismo que, la víspera de su pasión, pidió a los Apóstoles que tuvieran confianza en El - "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mi"(Jn 14,1) - hoy nos pide a nosotros que confiemos plenamente en EL: nos lo pide porque nos urna; porque, para nuestra salvación, tiene su Corazón traspasado y sus pies y manos perforados.
4. Quien confía en Cristo y cree en el poder de su amor renueva en sí la experiencia de María Magdalena, como nos la presento la liturgia pascual: "Cristo, esperanza mía, ha resucitado" (Domingo de Pascua, Secuencia). ¡Refugiémonos, por consiguiente, en el Corazón de Cristo! Él nos ofrece una Palabra que no pasa (Mt 24,25), un amor que no desfallece, una amistad que no se resquebraja... Una presencia que no cesa (Mt 28,20)!
5. Que la Bienaventurado Virgen, 17 que acogió en su corazón inmaculado al Verbo de Dios y mereció concebirlo en su seno virginal" (Prefacio de la Misa votiva de la Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia) nos enseñe a poner en el corazón de su Hijo nuestra total esperanza, con la certeza de que ésta no quedará defraudada.
3. En el Corazón de Cristo podernos, por tonto, colocar nuestra esperanza. Ese Corazón dice la invocación es salvación "para los que esperan en El". El Señor mismo que, la víspera de su pasión, pidió a los Apóstoles que tuvieran confianza en El - "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mi"(Jn 14,1) - hoy nos pide a nosotros que confiemos plenamente en EL: nos lo pide porque nos urna; porque, para nuestra salvación, tiene su Corazón traspasado y sus pies y manos perforados.
4. Quien confía en Cristo y cree en el poder de su amor renueva en sí la experiencia de María Magdalena, como nos la presento la liturgia pascual: "Cristo, esperanza mía, ha resucitado" (Domingo de Pascua, Secuencia). ¡Refugiémonos, por consiguiente, en el Corazón de Cristo! Él nos ofrece una Palabra que no pasa (Mt 24,25), un amor que no desfallece, una amistad que no se resquebraja... Una presencia que no cesa (Mt 28,20)!
5. Que la Bienaventurado Virgen, 17 que acogió en su corazón inmaculado al Verbo de Dios y mereció concebirlo en su seno virginal" (Prefacio de la Misa votiva de la Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia) nos enseñe a poner en el corazón de su Hijo nuestra total esperanza, con la certeza de que ésta no quedará defraudada.
32
-Corazón de Jesús esperanza de los que en Tí mueren
5 de noviembre, 1989
1. La reciente
conmemoración de todos los fíeles difuntos nos invita hoy a contemplar, bojo
una luz de fe y de esperanza, la muerte del cristiano, para la que las letanías
del Sagrado Corazón -objeto de nuestras reflexiones en anteriores encuentros
dominicales -nos ponen en los labios la invocación: "Corazón de Jesús,
esperanza de los que en ti mueren, ten piedad de nosotros". La muerte
forma parte de la condición humana: es el momento terminal de la fase histórica
de la vida. En la concepción cristiano, la muerte es un paso: de la luz creada
a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna. Ahora bien, si el
Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe luz y energía para
vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirigid para sacar la fuerza
necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como "vive en
Cristo", así no puede menos de "morir en Cristo". La invocación
de las letanías recoge la experiencia cristiana ante el acontecimiento de la
muerte: el Corazón de Cristo, su amor y su misericordia, son esperanza y
seguridad para quien muere en EL.
2. Pero conviene que nos
detengamos un momento a preguntamos: ¿Qué significa "morir en
Cristo"? Significa ante todo, amadísimos hermanos y hermanas, leer el
evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de la enseñanza del Hijo
de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del
Padre, donde Jesús, pasando también El a través de la muerte, ha ido a
preparamos un lugar (Jn 14,2); es decir significa creer que, a pesar de la
destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y de fruto
abundante (Jn 12,24). "Morir en Cristo" significa, además, confiar en
Cristo y abandonarse totalmente a El, poniendo en sus manos - de hermano, de
amigo, de buen Pastor - el propio destino, así como El, muriendo, puso su
espíritu en las manos del Padre (L.c. 23,46). Significa cerrar los ojos a la
luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque
nada, "ni la muerte ni la vida... podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8,38-39). En aquella hora
suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas,
el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si
él está arrepentido (1 Jn 3,20).
3."Morir en
Cristo" significa también, queridos hermanos y hermanas, fortificarse para
aquel momento decisivo con los "signos santos" del "paso
pascual": el sacramento de la Penitencia, que nos reconcilia con el Padre
y con todas las criaturas; el santo Viático, Pan de vida y medicina de
inmortalidad; y la Unción de los enfermos, que da vigor al cuerpo y al espíritu
para el combate supremo.
4. "Morir en Cristo" significa finalmente, "morir como Cristo": orando y perdonando, teniendo junto a si a la bienaventurada Virgen. Como madre, Ella estuvo junto a la cruz de su Hijo (Jn 19,25); como madre está al lado de sus hijos moribundos, Ella que, con el sacrificio de su corazón, cooperó a engendrarlos a la vida de la gracia (Lumen Gentium, 53); está al lado de ellos, presencia. compasivo y materno, para que del sufrimiento de la muerte nazcan a la vida de la gloria.
4. "Morir en Cristo" significa finalmente, "morir como Cristo": orando y perdonando, teniendo junto a si a la bienaventurada Virgen. Como madre, Ella estuvo junto a la cruz de su Hijo (Jn 19,25); como madre está al lado de sus hijos moribundos, Ella que, con el sacrificio de su corazón, cooperó a engendrarlos a la vida de la gracia (Lumen Gentium, 53); está al lado de ellos, presencia. compasivo y materno, para que del sufrimiento de la muerte nazcan a la vida de la gloria.
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-Corazón de Jesús delicia de todos los santos
12 de noviembre, 1989
1. La Iglesia se alegra
hoy por la glorificación de dos de sus hijos: Inés de Bohemia y Alberto
Chmielowski. Estos dos santos se van a añadir a aquella "muchedumbre
inmensa" que la liturgia nos ha invitado a contemplar en la reciente
solemnidad de Todos los Santos. Ante un espectáculo tan exultante sube
espontáneamente a los labios la invocación de las letanías: "Corazón de
Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros".
2. De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece ser, amadisimos hermanos y hermanas, el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón. Tras las invocaciones "salvación de los que en ti esperan" y "esperanza de los que en ti mueren" las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión del paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo: es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.
2. De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece ser, amadisimos hermanos y hermanas, el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón. Tras las invocaciones "salvación de los que en ti esperan" y "esperanza de los que en ti mueren" las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión del paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo: es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.
3.. Sobre esta tierra el
discípulo de Jesús vive en la espera de alcanzar a su Maestro, en el deseo de
contemplar su rostro, en la aspiración ardiente de vivir siempre con él. En el
cielo, en cambio, cumplida la espera, el discípulo Ya ha entrado en el gozo de
su Señor (Mt 25,21.23); contempla el rostro de su Maestro, ya no transfigurado
durante un solo instante (Mt 17,2; Mc 9,2; Lc 9,28), sino resplandeciente para
siempre con el fulgor de la eterna luz (Hab 1,3); vive con Jesús y de la misma
vida de Jesús. La vida del cielo no es más que la fruición perfecta,
indefectible e intensa, del amor de Dios - Padre, Hijo y Espíritu Santo - y no
es más que la revelación total del ser íntimo de Cristo, y la comunicación
plena de la vida y del amor que brotan de su Corazón. En el cielo los
bienaventurados ven satisfecho todo deseo, cumplida toda profecía, aplacada
toda sed de felicidad, y colmada toda aspiración.
4. Por eso el Corazón de
Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos en Cristo y por medio de
Cristo los bienaventurados del cielo son amados por el Padre, que los une a Si
con el vínculo del Espíritu, divino Amor: en Cristo y por medio de Cristo,
ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el amor del Espíritu. El
Corazón de Cristo es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde
ellos permanecen en el amor (Jn 15,9), sacando de él gozo perenne y sin límite.
La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el Corazón divino
de Cristo.
5. Allí se manifiesta en plenitud el amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación; del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad; del Amigo que anula las distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en todo. El intenso deseo, que Sobre la tierra se manifestaba en la súplica "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), ahora, en el cielo, se transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo.
6. Elevando hacia ellos la mirada del alma y contemplándolos en tomo a Cristo juntamente con su Reina, la Virgen Santísima, nosotros repetirnos hoy, con firme esperanza, la alegre invocación: "¡Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros!"
5. Allí se manifiesta en plenitud el amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación; del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad; del Amigo que anula las distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en todo. El intenso deseo, que Sobre la tierra se manifestaba en la súplica "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), ahora, en el cielo, se transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo.
6. Elevando hacia ellos la mirada del alma y contemplándolos en tomo a Cristo juntamente con su Reina, la Virgen Santísima, nosotros repetirnos hoy, con firme esperanza, la alegre invocación: "¡Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros!"