HORA SANTA AL SAGRADO
CORAZÓN
Hora Santa con Santa
Margarita María
Esta Hora Santa ha sido
redactada por el P. Gérard Dufour, capellán de Paray le Monial, siguiendo las
palabras de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque.
Se recomienda
hacer todos los jueves, de ser posible frente al Santísimo solemnemente
expuesto.
«Todas las noches de jueves
a viernes, te haré partícipe de la tristeza mortal que tuve a bien sentir en el
Huerto de los Olivos. Esta tristeza te reducirá, sin poder tú comprenderlo, a
una especie de agonía más dura de soportar que la muerte. A fin de acompañarme
en la humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis
angustias, te levantarás entre once y doce de la noche para postrarte conmigo
durante una hora, con el rostro en tierra, ya para calmar la cólera divina,
pidiendo misericordia por los pecadores, ya para dulcificar de algún modo la
amargura que sentí en el abandono de mis apóstoles, la cual me obligó a
echarles en cara que no habían podido velar una hora conmigo; y durante esta
hora harás lo que te enseñé». (Autobiografía No. 57).
ORACIÓN PREPARATORIA A LA
HORA SANTA
¡Oh amantísimo Jesús
inmolado por nosotros! ¡Oh Salvador nuestro!
Permite que me arrodille a
tu lado en el Huerto de los Olivos y que pase íntimamente unido a tu Corazón
agonizante la Hora Santa que has pedido a tu fiel sierva santa Margarita María.
Concédeme, ¡Oh adorable
Salvador, una íntima participación de tus incomprensibles dolores y de los
sentimientos de compasión que llenaron el alma de tu Santísima Madre en aquella
noche de mortales angustias! Te ofrezco para suplir mi insuficiencia los
afectos de tu santa Madre, los de santa Margarita María y de las almas que más
te han consolado en este misterio de dolor y de amor; y de tus fieles, que en
esta misma hora se asocian al amarguísimo desamparo de tu santísima alma en el
Huerto de Getsemaní.
¡Oh Jesús! ¡Oh dulcísimo y
afligidísimo Dueño! ¡Me sufro en tu presencia, escúchame, bendíceme y sumérgeme
en el océano de amargura que va a invadir y sumergir tu dulcísimo Corazón!
Amén.
PRIMER TIEMPO
«Todas las noches de jueves
a viernes, te haré partícipe de la tristeza mortal que tuve a bien sentir en el
Huerto de los Olivos».
Jesús, en la noche del
primer Jueves Santo, llevas contigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y comienzas a
sentir tristeza y angustia. «Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí
y velad conmigo» (Mt 26, 37-38). ¿Por qué esta tristeza? Por la traición de
Judas y la debilidad de los apóstoles. Por la hostilidad de los jefes y la
volubilidad de la turba.
Pero no sólo por eso: En
muchas ocasiones has sufrido por la falta de confianza de tus amigos -¡hombres
de poca fe! (Mt 8, 26)-; también, apenado por la dureza de corazón de los
fariseos que estaban al acecho para ver si curabas a un enfermo en sábado, les
has dirigido una mirada de indignación (cfr. Mc 3, 5); y al acercarte y ver la
ciudad de Jerusalén, has llorado por ella diciendo: «¡Si también tú conocieras
en este día el mensaje de paz! Pero ahora queda oculto a tus ojos, porque no
has conocido el tiempo en que fuiste visitada» (Lc 19, 41).
Además sientes sobre Ti el
enorme peso del pecado de la multitud por la que vas a entregar tu vida (cfr.
Mt 26, 28), Tú, el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29).
Corazón de Jesús, paciente y
de mucha misericordia, que has pagado por nuestros pecados, hoy en el mundo,
¿cuáles son las causas de tu tristeza? Hoy en mi vida, ¿qué es lo que te
entristece? Esta tarde, ¿seré capaz de compartir tu tristeza?
(Tiempo de meditación)
SEGUNDO TIEMPO
«Para acompañarme en la
humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis angustias».
Jesús, Tú sabías que para Ti
había llegado la hora de pasar de este mundo a tu Padre, la hora en que ibas a
amar a los tuyos hasta el extremo (cfr. Jn 13, 1).
Así empiezas tu humilde
oración: Y adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era
posible, se alejase de Él aquella hora. Y dijo: «¡Abba! Padre, Tú lo puedes
todo, aparta de Mí este cáliz; pero no se haga lo que Yo quiero, sino lo que Tú
quieres» (Mc 14, 35-36).
Permítenos contemplarte en tu oración:
- Oración humilde y de adoración:
Te postras en tierra.
- Oración de dolor:
Si es posible, aparta de mí
este cáliz.
- Oración filial:
¡Abba! ¡Padre!.
- Oración de confianza:
Tú lo puedes todo.
- Oración obediente:
Pero no lo que Yo quiero,
sino lo que Tú quieres.
Corazón de Jesús, horno
ardiente de caridad, en quien el Padre ha puesto todo su amor, Tú no quieres
estar solo en tu oración. Permítenos permanecer contigo y en Ti. Dígnate,
mediante tu Espíritu, continuar tu oración en nuestros corazones.
(Tiempo de meditación)
Canto:
Padre, me pongo en tus
manos.
TERCER TIEMPO
«Te postrarás, pidiendo
misericordia por los pecadores»
Jesús, unos instantes antes
de morir, vas a decir: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc
23, 34). Tenías fama de acoger bien a los pecadores: «Si uno de vosotros tiene
cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va
tras la descarriada hasta que la encuentra?» (Lc 15, 2-4). «Yo soy el Buen
Pastor. El Buen Pastor da la vida por las ovejas» (Jn 10, 11). «No he venido
para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo» (Jn 12, 47). «No necesitan
médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores» (Mc 2, 17). «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan
abundante» (Jn 10, 10).
Señor Jesús, haznos entender
tu sufrimiento ante los pecados del mundo, tu deseo de perdonar a los hijos
pródigos, la alegría que sientes al derramar tu misericordia y al devolver la
vida al que estaba muerto.
Corazón de Jesús, generoso
con todos los que te invocan, paz y reconciliación nuestra, ten piedad de
nosotros que somos pecadores, derrama tu misericordia en nuestros corazones
arrepentidos, danos corazones obedientes y llenos de amor.
(Tiempo de meditación)
CUARTO TIEMPO
«Te postrarás… para
dulcificar de algún modo la amargura que sentí en el abandono de mis apóstoles,
la cual me obligó a echarles en cara que no habían podido velar una hora
conmigo»
Jesús, Tú elegiste doce
apóstoles para que estuviesen contigo (cfr. Mc 3, 14). Son tus «servidores y
administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador lo que se
busca es que sea fiel» (1Co 4, 1-2).
Cuando eliges a alguien, le
pides una adhesión absoluta: «Como el Padre me ha amado, así os he amado Yo;
permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). «El que quiera venir conmigo, que se niegue
a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mc 8, 34). Por eso has sufrido
por el abandono de los que has llamado: «Desde entonces (¡después del anuncio
de la Eucaristía!) Muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir
con Él» (Jn 6, 66). «Todos vais a caer, como está escrito: ‘Heriré al pastor y
se dispersarán las ovejas’» (Mc 14, 27). «Está para llegar la hora, mejor, ya
ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo»
(Jn 16, 32). Y dentro de poco, cuando te arresten, todos te van a abandonar,
todos huirán (cfr. Mc 14, 50).
Señor Jesús, haznos
comprender la amargura de tu Corazón ante el desamparo de tus apóstoles, su
tibieza para velar una hora contigo en el Huerto de los Olivos. ¡Has sufrido
tantas infidelidades, tantos abandonos, tantas respuestas a medias de los que
Tú mismo habías elegido!
Corazón de Jesús, saciado de
oprobios, lleno de bondad y de amor, te pedimos en especial por los sacerdotes
a quienes has llamado a tu servicio, por todas las almas consagradas a Ti en la
vida religiosa, por todos los que han recibido tu llamada a seguirte más de
cerca. Ten piedad de sus flaquezas. ¡Mantenles fieles para que tu Reino se
extienda!
(Tiempo de meditación)
QUINTO TIEMPO
«Durante
esta hora, harás lo que Yo te enseñe»
Jesús, estas últimas
palabras nos sorprenden. ¡Estamos tan poco acostumbrados a dejar que seas Tú
quien guíes nuestra oración! Pero intentamos hacer silencio en nuestros
corazones para decirte, con toda nuestra pobreza, toda nuestra debilidad: Aquí
nos tienes, Señor Jesús, ¡Haznos conocer lo que quieres de nosotros!
«Los que se dejan guiar por
el Espíritu de Dios ésos son hijos de Dios. Vosotros no habéis recibido un
espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos
adoptivos, que nos hace gritar: “¡Abba! ¡Padre!”» (Rm 8, 14). «El que me ama,
guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en
él» (Jn 14, 23). «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como Yo os
he amado» (Jn 15, 12). «Permaneced en mí como yo en vosotros. El que permanece
en mí y Yo en él, ése da fruto abundante» (Jn 15, 4-5). «Lo que pidáis al Padre
en mi nombre, Él os lo dará» (Jn 15, 16). «Hermanos, os exhorto, por la
misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa,
agradable a Dios, éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este
mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis
discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo
perfecto» (Rm 12, 1-2).
Corazón de Jesús, fuente de
vida y santidad, Rey y centro de todos los corazones, renuévanos por tu
Espíritu de Amor, enséñanos a unirnos a tu oración, ¡haznos testigos de tu
amor!
(Tiempo de meditación)
LETANÍAS A JESÚS PACIENTE
Humildemente postrado(a) al
pie de tu santa Cruz, te diré a menudo, ¡Divino Salvador mío!, para mover las
entrañas de tu misericordia a perdonarme:
1. Jesús, desconocido y
despreciado
R. Ten
piedad de mí
2. Jesús, calumniado y
perseguido
3. Jesús, abandonado de los
hombres y tentado
4. Jesús, traicionado y vendido
a vil precio
5. Jesús, censurado, acusado
y condenado injustamente
6. Jesús, vestido con un
traje de oprobio y de vergüenza
7. Jesús, abofeteado y
burlado
8. Jesús arrastrado con la
cuerda al cuello
9. Jesús, azotado hasta
derramar sangre
10. Jesús, tenido por loco y
endemoniado
11. Jesús, pospuesto a
Barrabás
12. Jesús, despojado y
desnudado con infamia
13. Jesús, coronado de
espinas y saludado por irrisión
14. Jesús, cargado con la
cruz y las maldiciones del pueblo
15. Jesús, agobiado de
injurias, dolores y humillaciones
16. Jesús, triste hasta la
muerte
17. Jesús, ofendido,
escupido, golpeado y ultrajado
18. Jesús, colgado de un
infame madero, en compañía de ladrones
19. Jesús, anonadado y
deshonrado ante los hombres
20. Jesús, agobiado por toda
clase de dolores.
R. Ten
piedad de mí
Oh buen Jesús!, que has
querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor:
imprime fuertemente tu amor y estima en mi corazón y haz que desee
practicarlos. Así sea.
Santa
Margarita María de Alacoque.
BENDICIÓN CON EL SANTISÍMO
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO
Cantos para la exposición del Santísimo
Altísimo Señor
Altísimo Señor, que supiste
juntar
a un tiempo, en el altar,
ser cordero y pastor.
Quisiera, con fervor, amar y
recibir
a quien por mí, quiso morir.
Cordero divinal, por nuestro
sumo bien
inmolado en Salem; en tu
puro raudal
de gracia celestial, lava mi
corazón
que fiel te rinde adoración.
Venid, hijos de Adán, al
convite de amor;
que hoy nos da el Señor de
este divino Pan
de tan dulce sabor; de tal
gracia y virtud,
que en él nos da gozo y
salud.
Convite fraternal que sirve
el Redentor
al siervo del Señor; comida
sin igual,
pan de vida inmortal, ven a
entrañarte en mí;
y quede yo trocado en Ti.
Sois fuego abrasador,
pastor, cordero y pan;
Esposo, Rey, Señor, Dios, Hombre
y Redentor;
prodigio que mayor, no pudo
Dios obrar,
ni al hombre más, le pudo
dar.
Los ángeles, al ver tal
gloria y majestad,
con profunda humildad,
adoran su poder;
sin ellos merecer la dicha
de probar
al Rey del cielo, hecho
manjar.
Cantemos al Amor de los amores
Cantemos al Amor de los
amores,
Cantemos al Señor; Dios está
aquí;
venid, adoradores, adoremos
a Cristo Redentor.
¡Gloria a Cristo Jesús!
¡Cielos y tierra, bendecid
al Señor!
¡Honor y gloria a Ti, Rey de
la Gloria!
¡Amor por siempre a Ti, Dios
del Amor!
Por nuestro amor oculto en
el
Sagrario, su gloria y
esplendor;
para nuestro bien
se queda en el Sagrario
esperando al justo y
pecador.
Unamos nuestra voz a los
cantares
del coro celestial
Dios está aquí; al Dios de los
altares,
alabemos con gozo angelical
Los que buscan solaz en sus
penas
y alivio a su dolor,
Dios está aquí y vierte a
manos llenas
los tesoros de su divino
amor.
¡Oh rara caridad y real
fineza!
¡Oh dulce memorial
! ¡Dios está aquí
con toda su riqueza,con su
Cuerpo y Sangre divina.
Que abrase nuestro ser la
viva llama
del más ferviente amor;
¡Dios está aquí!
Y está porque nos ama, como
Padre,
Amigo y Bienhechor.
Bendice nuestras almas Jesús
mío,
¡Dios está aquí! ¡Dios está
aquí!
Tu amor y poderío ante el
mundo
queremos proclamar.
2. ANTES DE LA BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO
Alabanzas de desagravio
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo
Corazón.
Bendita sea su preciosísima
Sangre.
Bendito sea Jesús en el
Santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu
Santo Paráclito.
Bendita sea la gran Madre de
Dios, María Santísima.
Bendita sea su santa e
Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa
asunción.
Bendito sea el nombre de
María Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su
castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus
ángeles y en sus santos.
Amén.
Tantum ergo
Tantum ergo Sacraméntum
venerémur cérnui:
et antiquum documentum
novo cedat rítui;
praestet fides suppleméntum
sénsuum deféctui.
Genitori Genitóque,
laus et iubilátio;
salus, honor, virtus quoque,
sit et benedíctio;
procedénti ab utróquecompar
sit laudátio.
Amén.
Sacerdote:
Panem de caelo
praestitisti eis.
Todos:
Omne delectaméntum in
se habéntem.
Tantum ergo
Honremos, pues echados por
tierra tan divino Sacramento;
y cedan los ritos del
antiguo
el lugar a los del nuevo y
que
la fe supla lo que los
sentidos
no entiendan.
Gloria, salud, alabanza,
gozo, fuerza al Padre
creador
de todo, al Hijo que es y
será
bendecido, y sea alabado
también el Espíritu que
procede de entre ambos.
Amén.
Sacerdote:
Les diste pan del cielo.
Todos:
Que contiene en sí todo deleite.
3. DESPUES DE LA BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO
Adoremus
Adorémus in aetérnum
sanctíssimum Sacramétum.
Laudáte Dóminium
omnes gentes,
laudáte eum omnes
pópuli.
Quóniam confirmáta est
super nos misericórdia eius:
et véritas dómini manet
in aetérnum.
Adorémus…
Glória Patri, et Filio, et
Spirítui Sancto.
Sicut erat in
principio, et nunc et semper,
et in saécula saeculórum.
Amén.
Adorémus…
V. Christe
Rex Noster
R. Adveniat
Regnum Tuum
V. Christe
Rex Noster
R. Adveniat
Regnum Tuum
V. Christe
Rex Noster
R. Adveniat
Regnum Tuum
Adoremos
Adoremos eternamente
el Santísimo Sacramento.
Alabado sea el Señor,
por todas las gentes
y por todas las naciones.
Por su inmensa misericordia
sobre nosotros y porque
la verdad del Señor
permanece para siempre.
Adoremos…
Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en un principio,
ahora y siempre, por los
siglos de los siglos.
Amén.
Adoremos…
V. Cristo,
Rey nuestro
R. Venga
tu Reino
V. Cristo,
Rey nuestro
R. Venga
tu Reino
V. Cristo,
Rey nuestro
R. Venga
tu Reino
BENDITO SEA DIOS
Bendito, bendito, bendito
sea Dios, los ángeles cantan y alaban a Dios. (Bis).
Yo creo Jesús mío que estás
en el altar. Oculto en la Hostia, te vengo a adorar.
Espero, Jesús mío, de tu
suma bondad, Poder recibirte con fe y caridad.
Por amor al hombre, moriste
en una cruz y al cáliz bajaste por nuestra salud.
Jesús, Rey del cielo está en
el altar, su Cuerpo su Sangre nos da sin cesar.
Entre sus ovejas está el
Buen Pastor, En vela continua lo tiene el Amor.
Oh cielos y tierra, decid a
una voz: ¡Bendito por siempre! ¡Bendito sea Dios!
Es la Santa Hostia,
celestial manjar; el que bien lo coma, jamás morirá.
Jesús amoroso, suspiro por
Ti; Anhela mi alma contigo vivir.
Ángeles del cielo, rogad con
fervor;que Dios nos bendiga y abrace en su amor.
TÚ REINARÁS
Tú reinarás, este es el
grito, que ardiente exhala nuestra fe:
Tú reinarás ¡oh Rey bendito!
Pues Tú dijiste: reinaré.
Reine Jesús por siempre,
Reine su Corazón
En nuestra Patria, en
nuestro suelo,
que es de María la nación.
Tú reinarás dulce esperanza que al alma llena
de placer; habrá por fin paz y bonanza felicidad habrá doquier.
Tú reinarás, dichosa era,
dichoso pueblo con tal Rey:
Será tu Cruz nuestra
bandera, Tu amor será ya nuestra ley.
Tú reinarás en este suelo,
te prometemos nuestro amor;
Oh buen Jesús, danos
consuelo en este valle de dolor.
Tú reinarás, reina ya ahora
en nuestra patria y población.
Ten compasión del que te
implora y acude a Ti en la aflicción.
Tú reinarás toda la vida
trabajaremos con gran fe, en realizar y ver cumplida, la gran promesa:
¡Reinaré!
¡QUE REINES CORAZÓN
DIVINO!