REVELACIONES DE LOS
SECRETOS DEL SAGRADO CORAZÓN
Las dos biografías de los
elegidos del Señor para conocer y difundir en el mundo LOS SECRETOS de su “SAGRADO
CORAZÓN”
Santa Margarita María
Alacoque, depositaria de las Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús y San
Claudio de La Colombière: Propagó el amor al Sagrado Corazón de Jesús, tal como
lo recibió de la vidente Margarita.
SANTA MARGARITA MARÍA
ALACOQUE
Margarita nace el 22 de
Julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour, en Francia, siendo la menor de
cinco hermanos. Su padre Claudio Alacoque, era juez y notario y su madre era
Filiberta Lamyn.
El párroco Antonio
Alacoque, que era tío suyo, la bautiza a los tres días de nacida. Ella dice en
su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el
único dueño de su corazón y un gran horror al pecado, de manera que aún la más
pequeña falta, le resultaba insoportable.
Un Voto de Castidad
Siendo todavía una niña,
un día en la elevación de la Hostia Santa en la Misa, le hizo a Dios la promesa
de mantenerse siempre pura y casta. Aprendió a rezar el Rosario y lo recitaba
con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola
de muchos peligros.
La llevan al Colegio de
las Clarisas y a los 9 años hizo su Primera Comunión. Dice: “Desde ese día, el
buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos que aunque, como
jovencita inexperta que era, a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y
desagradables. En cambio encontrabas un gusto especial en la oración”.
Vino una enfermedad que la
tuvo paralizada por varios años; pero al fin se le ocurrió consagrarse a la
Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción y poco tiempo después Nuestra
Señora le concedió la salud.
Era muy joven cuando quedó
huérfana de padre, entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de
él, se pasaron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus 5
hijos se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de
las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le
permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia y la regañaban
continuamente. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y oraba.
En medio de tantas penas,
le pareció que Nuestro Señor le decía que deseaba que ella imitara lo mejor
posible en la vida de dolor al Divino Maestro que tan grandes penas y dolores
sufrió en su Pasión y Muerte. En adelante, a ella no sólo no le disgusta que le
lleguen las penas y dolores sino que acepta todo esto con el mayor gusto por
asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente. Y lo que más le hacía sufrir,
era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre, pero ella le insistía
a su mamá a que ofrecieran todo esto por amor a Dios.
Una vez su mamá se enfermó
tan gravemente de Erisipela que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya
no tenía curación. Margarita fue
entonces a asistir a la Santa Misa por la salud de la enferma y al volver, encontró
que la mamá había empezado a sanar de manera admirable e inexplicable.
Lo que más le atraía era
el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando ibas al
templo, siempre se colocaba lo más cerca posible al altar, porque sentía un
amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.
Santa Margarita a los 18
años, por deseo de sus familiares, empezó a arreglarse esmeradamente y a
frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero esos pasatiempos
mundanales, le dejaban en el alma una profunda tristeza y su corazón deseaba
dedicarse más a la oración y a la soledad,... pero la familia le prohibía todo
esto.
El demonio le traía la
tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría
que volverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y
Ella le alejó éste engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría
y defendería. Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: “Yo soy lo
mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides dedicarte a mi servicio,
tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo, tendrás tristeza y amargura”.
Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.
En el año 1671 fue
admitida en la comunidad de La Visitación fundada por San Francisco de Sales.
Entró al convento de Paray-le-Monial y una de sus compañeras del noviciado dejó
escrito: “Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás
dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna y demostraba una gran
paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía
frecuentemente”.
La pusieron de ayudante de
una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que
Margarita era tan tranquila y callada. La Superiora empleaba métodos duros y
violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca
daba muestras de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor
para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.
El 27 de diciembre de 1673
se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido
permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo
Sacramento del altar, en recuerdo de las 3 horas que Jesús pasó orando y
sufriendo en el Huerto de Getsemaní.
De pronto se abrió el
sagrario donde están las Hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo
vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto, su
Sagrado Corazón rodeado de llamas y con una corona de espinas encima y una
herida. Jesús señalando su Corazón con la mano le dijo: “He aquí el corazón que
tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes
procurar desagraviarme”.
Nuestro Señor le recomendó
que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús, porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las
personas por este amor.
Durante 18 meses el
Corazón de Jesús se le fue apareciendo y le pidió que se celebrara la fiesta
del Sagrado Corazón de Jesús cada año el viernes
de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).
El
Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas maravillosas para los
que practiquen esta hermosa devoción.
Por
ejemplo:
- “Bendeciré las casas
donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón.
- Daré paz a las Familias.
- A los pecadores los
volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos.
- Asistiré en la hora de
la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes de cada mes
para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen”,... etc.
Margarita
le decía al Sagrado Corazón de Jesús: “¿Por qué no elige a otra
que sea santa, para que propague estos Mensajes tan importantes? Yo soy
demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios”. Jesús le dijo: “Te he
escogido a ti que eres un abismo de miserias para que aparezca más mi poder; y
en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi
Corazón”.
Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su
Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios
y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios
grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que
se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios, que sentía en su corazón.
(Ojalá Dios nos diera a nosotros una chispita de esas!)
Nuestro
Señor le decía: “No hagas nada sin el permiso de las
Superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes”.
Margarita enfermó
gravemente. La Superiora le dijo: “Creeré que sí son ciertas las apariciones de
que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación”. Ella le pidió al
Sagrado Corazón de Jesús que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su
Superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor. Dios permitió
que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la
Colombière; y ese hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de
Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los
jesuitas la han propagado por todo el mundo.
Margarita fue nombrada
Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que
consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en
ÉL; en ofrecer oraciones, sufrimientos, misas y comuniones para desagraviarlo y en honrar su Santa Imagen) y
aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad.
Luego enseñó a su hermano
(comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad.
Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la
devoción, las personas se volvían mucho más fervorosas.
El Corazón de Jesús le
dijo: Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más.
Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí”.
Margarita María Tres armas para la Lucha
Margarita recibió del
Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la
Purificación y la Transformación:
1ª
Arma: Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor
ante la más pequeña falta. Una vez le dijo el Señor cuando Margarita había
cometido una falta: “Sabe que soy un Maestro santo y enseño la santidad. Soy
puro y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que
andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura.
Pues no puedo sufrir el menor desvío y te daré a conocer que si el exceso de mi
amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y
según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes; y que si
soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir
tus infidelidades”.
Y así confiesa Margarita,
que nada era más doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra ella,
aunque fuese de manera muy poca; y en comparación a este dolor, nada le
parecían los demás dolores, correcciones y mortificaciones. Por lo tanto,
acudía inmediatamente a pedir penitencia a su Superiora cuando cometía una
falta, pues sabía que Jesús sólo se contentaba con las penitencias impuestas
por la obediencia.
Esta arma se fundamenta en
su gran deseo de amar.
2ª
Arma: “La Santa Obediencia”. Lo que más severamente le
reprendía Jesús a Margarita, eran sus faltas de obediencia, ya sea a sus
superiores o a su Regla. La menor réplica a los superiores con señales de
incomodidad o repugnancia, le es insoportable al Señor en un alma religiosa.
Una vez, corrigiéndola le dijo: “Te engañas creyendo que puedes agradarme con
esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia hace
su elección y consigue doblegar la voluntad de las superioras. Oh, yo rechazo
todo esto como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma
religiosa me causa horror y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas
comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por
voluntad propia”.
3ª.
Arma: “Su Santa Cruz”. La Cruz es el más precioso de todos
sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante
los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz
toda cubierta de flores y el Señor le dijo: "He ahí el lecho de mis castas
esposas, donde te haré gustar de mi amor; poco a poco irán cayendo esas flores
y sólo te quedarán las espinas ocultas ahora, a causa de tu flaqueza, las
cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas y tendrás necesidad de toda
la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento”.
Era de esta forma intensa
y purificadora que el Señor obraba sus designios en el corazón de Margarita.
Él, para desatar cada vez más de su alma el afecto a las cosas de esta tierra y
sobre todo a sí misma, quiso permitir que viniese sobre ella continuas
humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de suplirle todas
las gracias necesarias.
En otra ocasión le dijo el
Señor: “Has de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme
a Mí. No debes buscar algo fuera de Mí, pues de lo contrario, injuriarías a mi
poder y me ofenderías gravemente ya que yo quiero ser sólo todo para ti”.
Jesús le comunicó una
parte de sus terribles angustias en Getsemaní y la quiere víctima inmolada.
Ella le dice a Jesús: “Nada quiero sino tu amor y tu cruz y esto me basta para
ser Buena Religiosa, que es lo que deseo”.
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