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martes, 21 de abril de 2020

REVELACIONES DE LOS SECRETOS DEL SAGRADO CORAZÓN



REVELACIONES DE LOS SECRETOS DEL SAGRADO CORAZÓN 




Las dos biografías de los elegidos del Señor para conocer y difundir en el mundo LOS SECRETOS de su “SAGRADO CORAZÓN”
Santa Margarita María Alacoque, depositaria de las Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús y San Claudio de La Colombière: Propagó el amor al Sagrado Corazón de Jesús, tal como lo recibió de la vidente Margarita.


SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE

Margarita nace el 22 de Julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour, en Francia, siendo la menor de cinco hermanos. Su padre Claudio Alacoque, era juez y notario y su madre era Filiberta Lamyn.

El párroco Antonio Alacoque, que era tío suyo, la bautiza a los tres días de nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón y un gran horror al pecado, de manera que aún la más pequeña falta, le resultaba insoportable.


Un Voto de Castidad

Siendo todavía una niña, un día en la elevación de la Hostia Santa en la Misa, le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y casta. Aprendió a rezar el Rosario y lo recitaba con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola de muchos peligros.

La llevan al Colegio de las Clarisas y a los 9 años hizo su Primera Comunión. Dice: “Desde ese día, el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos que aunque, como jovencita inexperta que era, a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables. En cambio encontrabas un gusto especial en la oración”.

Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años; pero al fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción y poco tiempo después Nuestra Señora le concedió la salud.

Era muy joven cuando quedó huérfana de padre, entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se pasaron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus 5 hijos se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia y la regañaban continuamente. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y oraba.

En medio de tantas penas, le pareció que Nuestro Señor le decía que deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino Maestro que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y Muerte. En adelante, a ella no sólo no le disgusta que le lleguen las penas y dolores sino que acepta todo esto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente. Y lo que más le hacía sufrir, era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre, pero ella le insistía a su mamá a que ofrecieran todo esto por amor a Dios.

Una vez su mamá se enfermó tan gravemente de Erisipela que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación. Margarita  fue entonces a asistir a la Santa Misa por la salud de la enferma y al volver, encontró que la mamá había empezado a sanar de manera admirable e inexplicable.

Lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando ibas al templo, siempre se colocaba lo más cerca posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.

Santa Margarita a los 18 años, por deseo de sus familiares, empezó a arreglarse esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero esos pasatiempos mundanales, le dejaban en el alma una profunda tristeza y su corazón deseaba dedicarse más a la oración y a la soledad,... pero la familia le prohibía todo esto.

El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría que volverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó éste engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y defendería. Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: “Yo soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides dedicarte a mi servicio, tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo, tendrás tristeza y amargura”. Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.

En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le-Monial y una de sus compañeras del noviciado dejó escrito: “Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna y demostraba una gran paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente”.

La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada. La Superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca daba muestras de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.

El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las 3 horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní.

De pronto se abrió el sagrario donde están las Hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto, su Sagrado Corazón rodeado de llamas y con una corona de espinas encima y una herida. Jesús señalando su Corazón con la mano le dijo: “He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme”.

Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús, porque  el mundo es muy frío en amor  hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor.

Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo y le pidió que se celebrara la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús cada año el viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).


El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción.
Por ejemplo:

- “Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón.
- Daré paz a las Familias.
- A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos.
- Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes de cada mes para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen”,... etc.

Margarita le decía al Sagrado Corazón de Jesús: “¿Por qué no elige a otra que sea santa, para que propague estos Mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios”. Jesús le dijo: “Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias para que aparezca más mi poder; y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón”.

Y le envió  una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios, que sentía en su corazón. (Ojalá Dios nos diera a nosotros una chispita de esas!)

Nuestro Señor le decía: “No hagas nada sin el permiso de las Superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes”.

Margarita enfermó gravemente. La Superiora le dijo: “Creeré que sí son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación”. Ella le pidió al Sagrado Corazón de Jesús que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su Superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor. Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombière; y ese hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.

Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en ÉL; en ofrecer oraciones, sufrimientos, misas y comuniones para  desagraviarlo y en honrar su Santa Imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad.

Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción, las personas se volvían mucho más fervorosas.

El Corazón de Jesús le dijo: Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí”.

Margarita María Tres armas para la Lucha

Margarita recibió del Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la Purificación y la Transformación:

1ª Arma: Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta. Una vez le dijo el Señor cuando Margarita había cometido una falta: “Sabe que soy un Maestro santo y enseño la santidad. Soy puro y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes; y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades”.

Y así confiesa Margarita, que nada era más doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra ella, aunque fuese de manera muy poca; y en comparación a este dolor, nada le parecían los demás dolores, correcciones y mortificaciones. Por lo tanto, acudía inmediatamente a pedir penitencia a su Superiora cuando cometía una falta, pues sabía que Jesús sólo se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia.

Esta arma se fundamenta en su gran deseo de amar.

2ª Arma: “La Santa Obediencia”. Lo que más severamente le reprendía Jesús a Margarita, eran sus faltas de obediencia, ya sea a sus superiores o a su Regla. La menor réplica a los superiores con señales de incomodidad o repugnancia, le es insoportable al Señor en un alma religiosa. Una vez, corrigiéndola le dijo: “Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia hace su elección y consigue doblegar la voluntad de las superioras. Oh, yo rechazo todo esto como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia”.

3ª. Arma: “Su Santa Cruz”. La Cruz es el más precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores y el Señor le dijo: "He ahí el lecho de mis castas esposas, donde te haré gustar de mi amor; poco a poco irán cayendo esas flores y sólo te quedarán las espinas ocultas ahora, a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas y tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento”.

Era de esta forma intensa y purificadora que el Señor obraba sus designios en el corazón de Margarita. Él, para desatar cada vez más de su alma el afecto a las cosas de esta tierra y sobre todo a sí misma, quiso permitir que viniese sobre ella continuas humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de suplirle todas las gracias necesarias.

En otra ocasión le dijo el Señor: “Has de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme a Mí. No debes buscar algo fuera de Mí, pues de lo contrario, injuriarías a mi poder y me ofenderías gravemente ya que yo quiero ser sólo todo para ti”.

Jesús le comunicó una parte de sus terribles angustias en Getsemaní y la quiere víctima inmolada. Ella le dice a Jesús: “Nada quiero sino tu amor y tu cruz y esto me basta para ser Buena Religiosa, que es lo que deseo”.


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HISTORIA A LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS